En los ・timos 15 a・s, hemos reducido en un 50 por ciento el n・ero de consumidores de drogas il・itas. En 1995, apenas un seis por ciento de nuestra poblaci・ domiciliaria de 12 o m・ a・s de edad consum・n drogas, en comparaci・ con el 14,1 por ciento en 1979. El consumo de coca・a ha deca・o tambi・, al disminuir 30 por ciento en los ・timos cuatro a・s. M・ de 1,5 millones de norteamericanos consum・n coca・a en 1995, una cifra menor en comparaci・ con los 5,7 millones en el decenio anterior. La coca・a deja de ser una amenaza mayor en Estados Unidos. Adem・, los homicidios relacionados con drogas han disminuido 25 por ciento. La mayor・ de las grandes empresas tienen programas eficaces para proveer un lugar de trabajo libre de drogas. Y nuestros pueblos y ciudades han formado m・ de 3.500 coaliciones comunitarias contra las drogas -- la de Miami ha reducido en 50 por ciento el consumo de drogas. Es evidente que cuando nos concentramos en el problema de las drogas, podemos reducir el consumo de ・tas y sus consecuencias.
Pero las consecuencias del consumo de drogas il・itas siguen siendo inaceptables. Actualmente tenemos 3,6 millones de norteamericanos adictos a drogas ilegales. De ・tos, 2,7 millones son adictos empedernidos que consumen el 80 por ciento de las drogas il・itas en Estados Unidos. No hay duda que el consumo de sustancias qu・icas es nuestro mayor problema nacional de salud. En lo que va de la d・ada de los a・s noventa, las drogas il・itas han causado la muerte de m・ de 100.000 personas y costaron m・ de 300 mil millones de d・ares en cuidados de salud, encarcelamientos, accidentes y litigios. El tabaco causa la muerte de otras 400.000 personas cada a・. El alcohol m・ de 100.000. Entre 13 y 24 por ciento de los norteamericanos sufre en alg・ momento de sus vidas trastornos causados por el uso indebido de sustancias qu・icas, lo que hace de ・tos los trastornos m・ frecuentes de todos los trastornos siqui・ricos en Estados Unidos.
La tendencia m・ alarmante en cuanto a las drogas es el consumo creciente de drogas il・itas, tabaco y alcohol entre los j・enes. Seg・ un estudio realizado por el Centro sobre Adicci・ y Consumo de Sustancias Qu・icas (CASA) de la Universidad Columbia, los ni・s que fuman marihuana son 85 veces m・ propensos a consumir coca・a que sus compa・ros que nunca probaron la marihuana. El consumo de drogas il・itas entre alumnos del octavo grado ha aumentado 150 por ciento durante los ・timos cinco a・s. Si bien las cifras son alarmantes, la frecuencia del consumo de drogas entre los j・enes de hoy no ha vuelto a los niveles casi epid・icos de fines de la d・ada de los a・s setenta. Pero no podemos ser indolentes y permitir que el consumo de drogas por nuestros hijos siga aumentando.
No nos complace la actual demanda de drogas il・itas en nuestro pa・ y nuestro gobierno no tolerar?que ・ta contin・. Estamos absolutamente comprometidos a reducir el consumo de drogas y sus consecuencias desastrosas. Cada a・ el gobierno federal y los gobiernos estatales y locales gastan m・ de un total combinado de 30.000 millones de d・ares en programas contra las drogas, y el tratamiento es el elemento principal de nuestra estrategia contra las drogas.
No hay una soluci・ m・ica
No hay duda que los programas efectivos de tratamiento pueden poner a las personas en una situaci・ en la que ya no sufran continuamente, en que no est・ involucradas en delitos callejeros, en que haya menos probabilidades de que sean v・timas del SIDA. Podemos intervenir con ・ito en estas situaciones. Y esto es lo que tratamos de organizar para aquellos que sufren de adicci・ a la coca・a, la hero・a, las metanfetaminas y otras drogas.
No existe ninguna soluci・ m・ica que pueda erradicar de la noche a la ma・na el consumo de drogas, pero el tratamiento s?produce una reducci・ sostenida en el consumo de drogas. Las drogas pretenden ser una respuesta "instant・ea" -- al aburrimiento, la ansiedad, la frustraci・, la b・queda de emociones, o el dolor. Pero, por el contrario, la soluci・ del problema de las drogas para la persona y el pa・ es todo menos instant・ea. Podemos avanzar contra este problema dif・il si adoptamos un planteamiento a largo plazo que exige paciencia y perseverancia.
La met・ora de una "guerra contra las drogas" es enga・sa. Implica un ataque instant・eo, abrumador. En una guerra se derrota a un enemigo. Pero en este caso, ・ui・ es el enemigo? Nuestros hijos. Nuestros compa・ros de trabajo. La met・ora empieza a desintegrarse. Estados Unidos no libra una guerra contra sus ciudadanos. A los adictos cr・icos hay que ayudarlos, no hay que derrotarlos.
Un marco conceptual m・ apropiado al problema de las drogas es la met・ora del c・cer. Tratar el problema del c・cer es un asunto a largo plazo. Exige la movilizaci・ de mecanismos de apoyo: humano, m・ico, educativo y social, entre otros. Para enfrentar el c・cer, debemos contener su propagaci・, tenemos que lidiar con sus consecuencias y perfeccionar la prognosis. Es necesario resistir la propagaci・ del c・cer y de la drogadicci・, pero tambi・ es necesario tener paciencia, compasi・ y voluntad de seguir adelante. Hay que aguantar el dolor mientras se ataca la causa. El camino a la recuperaci・ es largo y complejo.
Hemos hallado que el tratamiento da resultado para mujeres y hombres de cualquier edad, sin importar cuales sean las drogas, cuando es estructurado, flexible, suficientemente prolongado, y cuando se lo integra con otras formas de rehabilitaci・. La drogadicci・ se consider?una vez exclusivamente un problema moral o un defecto de car・ter. Hoy sabemos que es una enfermedad cr・ica, recurrente, con bases personales y sociales. La drogadicci・ produce cambios en la qu・ica del cerebro, pero el tratamiento puede ayudar a restaurar el equilibrio qu・ico y les puede dar a los pacientes una oportunidad de volver a controlar sus vidas. Junto con el tratamiento, los adictos necesitan capacitaci・ para el trabajo, prevenci・ de reca・as, supervisi・, apoyo sicol・ico y tratamiento m・ico, de ser necesario. Igualmente importantes son la atenci・ durante la transici・ posterior al tratamiento, los grupos de esfuerzo propio, y el apoyo de la comunidad.
Todos estos planteamientos para el tratamiento contribuyen a la recuperaci・ y a una abstinencia a plazo largo. El Estudio Nacional de Evaluaci・ de la Mejora de los Tratamientos (NTIES), un estudio de cinco a・s de duraci・ realizado por el Centro de Investigaci・ de la Opini・ Nacional de la Universidad de Chicago, hall?que el porcentaje de los pacientes que consumen drogas il・itas disminuy?aproximadamente un 50 por ciento durante el a・ posterior al tratamiento, comparado con el a・ anterior al tratamiento. El estudio document?asimismo que el comportamiento violento se redujo de un 49,3 por ciento a un 11 por ciento, y que los informes sobre arrestos disminuyeron en casi dos terceras partes. Estos resultados se aplican al tratamiento con metadona y sin metadona de pacientes no hospitalizados, y al tratamiento residencial y correccional a corto y largo plazo.
Hemos hallado que el tratamiento de la drogadicci・ reduce los costos m・icos, los accidentes y el ausentismo de trabajadores; disminuye el comportamiento delictivo y el abuso y descuido infantiles. Despu・ del tratamiento, los drogadictos en recuperaci・ requieren menos ayuda p・lica, es menos probable que terminen desamparados, contraen menos enfermedades (incluso enfermedades transmitidas sexualmente), y son m・ productivos.
Un estudio que realiz?en 1994 la Corporaci・ Rand demostr?una relaci・ de costo a beneficio de siete a uno en favor de la prevenci・ y el tratamiento del consumo de drogas comparado con la reducci・ de la oferta. En otras palabras, por cada d・ar que no se gasta en prevenci・ y tratamiento de drogas, tendr・mos que gastar siete d・ares en reducir la oferta de drogas. La pregunta no es si podemos permitirnos pagar por el tratamiento. M・ bien, ・・o podemos permitirnos no hacerlo? El mensaje en favor del tratamiento es claro: las personas cuyas vidas fueron devastadas por las drogas pueden volver a convertirse en ciudadanos productivos, restaurar su dignidad, reunirse con sus familias, y fortalecer la sociedad en general.
La estrategia de control de drogas provee direcci・
La Estrategia Nacional de Control de Drogas es la gu・ principal de Estados Unidos en la lucha para reducir el consumo de drogas il・itas. La estrategia ofrece a la naci・ una br・ula para alcanzar este objetivo de importancia cr・ica. Desarrollada en consulta con organizaciones p・licas y privadas, fija un rumbo para el esfuerzo colectivo de la naci・ en contra de las drogas. La estrategia de 1997 propone un compromiso de diez a・s sostenido por presupuestos quinquenales para que la continuidad del esfuerzo pueda ayudar a asegurar su ・ito.
La estrategia aborda ambos lados del problema: limitar la disponibilidad de drogas il・itas y reducir su demanda. Nuestra primera prioridad es poner orden en nuestra propia casa. Para ese fin, se ha dedicado un tercio del presupuesto federal contra las drogas -- 5.000 millones de d・ares -- para programas de reducci・ de la demanda. Un 55 por ciento -- 8.000 millones de d・ares -- se destina a la ejecuci・ de la ley en nuestro pa・. Los primeros tres objetivos de la estrategia de 1997 requieren que se eduque a la juventud norteamericana para que rechace las drogas il・itas, as?como el alcohol y el tabaco; se aumente la seguridad de los ciudadanos al reducirse sustancialmente los cr・enes y la violencia relacionados con drogas; y se reduzcan los costos sociales y de salud ocasionados por el consumo de drogas il・itas.
Conforme a la ・tima iniciativa, reducir los problemas sociales y de salud, la estrategia se concentra en ayudar a los 3,6 millones de consumidores cr・icos de drogas en Estados Unidos a superar su adicci・. Los drogadictos cr・icos forman el n・leo del problema de las drogas en Estados Unidos. Representan aproximadamente el 20 por ciento de la poblaci・ consumidora de drogas pero consumen m・ del 80 por ciento de la oferta de drogas. Los drogadictos cr・icos sostienen los mercados de narc・icos y mantienen a los narcotraficantes en sus negocios.
La voluntad de los drogadictos cr・icos de aceptar someterse a tratamiento es influida por la disponibilidad de los programas de tratamiento, la rentabilidad de los servicios, el acceso a programas financiados con fondos p・licos, el apoyo de la familia y el empleador, y las consecuencias potenciales de admitir que se tiene un problema de adicci・. La estrategia procura reducir estas barreras de modo que un n・ero creciente de adictos cr・icos pueda empezar el tratamiento. Los programas hacen uso de la motivaci・ personal para terminar la dependencia de drogas.
Estamos aumentando tambi・ los esfuerzos de investigaci・ cient・ica para tratar a aqu・los que son adictos a la coca・a. Si bien la metadona existe para tratar la adicci・ a opiatos, no existen farmacoterapias para la adicci・ a la coca・a.
Debido a que la adicci・ es especialmente devastadora para los pobres, quienes carecen de redes de seguridad econ・ica y familiar, alentamos los programas de tratamiento que abordan las necesidades especiales de estos segmentos de la poblaci・. Exhortamos a los estados, las comunidades y a los profesionales del cuidado de la salud, a que integren programas de prevenci・ y evaluaci・ de consumo de drogas en las cl・icas m・icas prenatales, pedi・ricas y para adolescentes.
Los programas de pruebas para detectar el consumo de drogas y de ayuda a los empleados tambi・ reducen el consumo de drogas. La empresa McDonnell-Douglas Corporation encontr?que estos programas, mediante la reducci・ del ausentismo y los reclamos m・icos restituyen tres d・ares por cada d・ar invertido. La proporci・ de las compa骰as principales de Estados Unidos que realizan ex・enes para detectar el consumo de drogas aument?a 81 por ciento en enero de 1996. Nuestro objetivo es expandir estos programas al sector de las empresas peque・s, que emplea el 87 por ciento de todos los trabajadores.
Los tribunales para casos de drogas ofrecen una alternativa a la prisi・
La relaci・ que existe entre las drogas y el crimen es tambi・ es una preocupaci・ mayor. En la mayor・ de las ciudades norteamericanas, hasta la mitad de todos los homicidios est? relacionada con las drogas. Tanto como dos tercios de todas las personas arrestadas por delitos graves muestran resultan positivas al someterlas a pruebas para detectar el consumo de drogas. A menos que haya programas de tratamiento inmediatamente disponibles en las prisiones federales y estatales, estamos predestinados a un ciclo de arrestar a los delincuentes, encarcelarlos y finalmente devolverlos a las calles a una vida delictiva.
Por lo tanto, favorecemos el tratamiento y la educaci・ de reos drogadictos; un uso mayor de "tribunales para casos de drogas" que ofrezcan incentivos en lugar de encarcelamiento para la rehabilitaci・ de los drogadictos, y esfuerzos integrados para librar a los delincuentes de sus h・itos de consumo de drogas. Se puede utilizar el poder coactivo del sistema de justicia penal para examinar y dar tratamiento a los drogadictos arrestados por cometer delitos. Los procesos judiciales alternativos han demostrado que pueden motivar a los infractores no violentos a que abandonen sus actividades relacionadas con las drogas y reducir las tasas de reincidencia al dictar sentencias que no involucren el encarcelamiento. M・ de 200 tribunales para casos de drogas en todo el pa・ as?como programas comunitarios como el de Responsabilidad por el Tratamiento para Comunidades m・ Seguras, est・ ayudando ya a los infractores no violentos a romper el ciclo de drogas y crimen. No cabe duda de que si las ciudades principales como Nueva York, Miami y San Diego pueden reducir el efecto que la drogadicci・ tiene en el crimen callejero, cosa que han hecho, hay esperanza para todos nosotros.
Pero a los norteamericanos les preocupa especialmente el aumento en el consumo de drogas por los j・enes. Hoy, las drogas peligrosas como la coca・a, la hero・a y las metanfetaminas son m・ baratas y m・ potentes que durante el apogeo de nuestro problema nacional de narc・icos hace 15 o 20 a・s. Nuestros ni・s tambi・ se descuidaron cuando las drogas dejaron de ser un problema apremiante a fines de los a・s ochenta y principios de los noventa y hab・ escaso conocimiento directo sobre sustancias qu・icas peligrosas. Seg・ la organizaci・ Partnership for a Drug-Free America (Asociaci・ para un Estados Unidos libre de drogas), a partir de 1991 hubo una reducci・ del 20 por ciento en el n・ero de anuncios de servicio p・lico presentados por televisi・, radio y medios impresos. Por consiguiente, la desaprobaci・ de las drogas y la percepci・ de sus riesgos entre la gente joven ha declinado con el correr de la d・ada. Como resultado de esto, a partir de 1992, ha aumentado el n・ero de j・enes que consumen alcohol, tabaco y drogas il・itas.
Un estudio inquietante preparado por CASA sugiere tambi・ que los adultos se han resignado a que los j・enes consuman drogas. De hecho, casi la mitad de los padres de la generaci・ nacida enseguida despu・ de la Segunda Guerra mundial anticipan que sus hijos adolescentes probar・ drogas il・itas. Un cuarenta por ciento cree tener poca influencia en las decisiones de sus hijos adolescentes sobre fumar, beber o consumir drogas il・itas. Pero esta suposici・ es incorrecta. Los padres tienen una influencia enorme sobre las decisiones que toman los j・enes.
De hecho, los esfuerzos de prevenci・ tienen que incluir, como mayor prioridad, a los padres, maestros, entrenadores deportivos, cl・igos y consejeros juveniles. Los ni・s y adolescentes prestan especial atenci・ a quienes ellos conocen, aman y respetan. Los 50 millones de norteamericanos que han consumido drogas en su juventud pero que ahora rechazan las drogas il・itas tambi・ tienen que participar en este esfuerzo de prevenci・ nacional.
Las estad・ticas nos dicen que si podemos evitar que una persona joven de 10 a 21 a・s de edad fume, beba alcohol o consuma drogas il・itas, entonces las probabilidades de que esa persona se convierta en uno de los 3,6 millones de personas actualmente adictas a drogas se reducen a casi cero. Normalmente no se empieza a consumir coca・a durante el ・timo a・ en la facultad de derecho, ni se empieza a usar metanfetaminas en el primer empleo. Sabemos que cuando nos organizamos al nivel de la comunidad, cuando cooperamos con los educadores, y cuando ofrecemos a los ni・s opciones positivas en sus vidas -- menos de ellos, en cantidades enormes, se involucran en comportamientos adictivos, aun cuando sus circunstancias familiares sean disfuncionales.
La educaci・ sobre las drogas y la prevenci・ del consumo de ・tas son los elementos principales de la estrategia nacional contra las drogas. Entre las iniciativas claves que se emprenden para reducir el consumo de drogas entre los j・enes figuran: mantener las drogas fuera de donde los ni・s y adolescentes estudian, juegan y pasan su tiempo libre; hacer que las escuelas ofrezcan oportunidades formales e informales para cambiar las actitudes de los estudiantes y los padres en lo que respecta al consumo il・ito de alcohol, tabaco y drogas; y aumentar el n・ero de los anuncios de servicio p・lico relacionados con las drogas presentados por los medios informativos.
Las comunidades y coaliciones comunitarias contra las drogas tambi・ forman parte del esfuerzo de prevenci・. El movimiento de base comunitaria contra las drogas en este pa・ es poderoso ya que cuenta con m・ de 3.500 coaliciones ya organizadas. Estas coaliciones consisten en asociaciones entre los grupos locales y las agencias estatales y federales con el fin de reducir el consumo de drogas, especialmente entre los j・enes. Estas agrupaciones tienen la habilidad de movilizar los recursos de la comunidad; inspiran a la acci・ colectiva; sincronizan la prevenci・, el tratamiento y la aplicaci・ complementarios; y crean orgullo en la comunidad.
Terminar?diciendo que tambi・ debemos seguir oponi・donos a los esfuerzos por legalizar la marihuana, si es que queremos reducir el consumo de drogas entre los adolescentes y prevenir que los j・enes norteamericanos consuman m・ drogas peligrosas como la coca・a. Seg・ las investigaciones realizadas por CASA, la marihuana es una droga umbral. Los ni・s que la fuman tienen un 85 por ciento m・ probabilidades de consumir coca・a. La marihuana est?incluida en las disposiciones de la Ley sobre Sustancias Qu・icas Controladas debido a su gran potencial de uso indebido y porque al presente no existe para ella en Estados Unidos ninguna aplicaci・ m・ica aceptada. En respuesta a las alegaciones anecd・icas acerca de la efectividad medicinal de la marihuana para dolencias como la glaucoma, enfermedades debilitadoras y control del dolor, financiamos ahora un examen completo de la droga mediante el Instituto de Medicina de la Academia Nacional de Ciencia.
Abordar el consumo indebido de drogas es un reto constante; tan pronto creemos que hemos triunfado y que podemos descansar de nuestra determinaci・, el consumo de drogas vuelve a aumentar. Tenemos que seguir haciendo todo lo que est?en nuestro poder para evitar que eso ocurra.
Cuestiones
Mundiales
Publicación Electrónica del USIS,
Vol. 2, No. 3, Julio de 1997