TODOS LOS PAISES TIENEN QUE AYUDAR

Entrevista con Robert Wolcott, viceadministrador adjunto
para cuestiones de política, planificación y evaluación
de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos


Desde que comenzó la revolución industrial, hace más de un siglo, la industria y los consumidores en los países desarrollados han sido las fuentes principales de los gases con efecto de invernadero que calientan la Tierra y afectan su clima. Pero algunos de los países en vías de rápido desarrollo industrial se convertirán en el siglo próximo en emisores mayores de estos gases de efecto de invernadero. En las negociaciones internacionales que finalizarán en diciembre próximo se está debatiendo acaloradamente sobre el papel que deben desempeñar todos los países en ayudar a refrenar las emisiones de los gases, incluso si se deberán hacer más estrictas las disposiciones del tratado internacional actual con el fin de impedir el calentamiento mundial. Wolcott fue entrevistado por Jerry Stilkind, redactor jefe de este número del periódico electrónico Cuestiones Mundiales).


Pregunta: La propuesta estadounidense de revisar el tratado sobre el cambio climático pide que los países en vías de desarrollo empiecen a limitar sus emisiones de gases de efecto de invernadero. ¿Por qué? ¿No fueron los países desarrollados los que crearon este problema?

Wolcott: Los países en vías de desarrollo no han creado el problema, pero todos estamos en esto juntos, porque al final de cuentas todos experimentaremos los efectos perjudiciales de un siglo de aumento de los gases de efecto de invernadero producidos por el hombre. Obviamente, nosotros, en el mundo desarrollado, somos los responsables de una gran parte de las emisiones producidas hasta la fecha y, en ese sentido, somos responsables de los daños inmediatos que se pueden identificar con ellas.

Pero, mirando hacia el futuro, las economías que surgen en el mundo crecerán mucho más rápidamente, en lo que se refiere a los gases de efecto de invernadero, que el mundo desarrollado, y creo que nosotros y ellos tenemos que avanzar hombro a hombro para determinar cuál es la manera más inteligente y menos costosa, de limitar las emisiones y limitar los daños que están asociados a ellas.

El punto clave en esto es que las emisiones en los países en vías de desarrollo aumentan y seguirán aumentando a una razón mucho más rápida a medida que avanzan en lo que casi se puede considerar un corredor de tecnologías. Estos países adoptarán las tecnologías que más o menos se utilizan al presente o que se han utilizado recientemente en el mundo desarrollado.

Creemos por lo tanto que Estados Unidos y el resto del mundo desarrollado deben seguir adelante como socios de estas economías en surgimiento, con el fin de reducir estas emisiones en forma económica y con la tecnología más avanzada que esas economías pueden utilizar.

Pregunta: La propuesta estadounidense de revisar el tratado sobre el cambio climático será una de las muchas que se considerarán este año durante las negociaciones internacionales que habrán de concluir en diciembre en Kyoto, Japón. El tratado actual solamente exhorta a los países desarrollados a que para el año 2000 reduzcan las emisiones a los niveles de 1990. ¿Qué cambios efectuaría la propuesta de Estados Unidos?

Wolcott: Estados Unidos contempla plazos medios, es decir los años 2010 a 2020, para comenzar a reducir los gases de efecto de invernadero. Queremos un acuerdo internacional que tenga fuerza de ley, no solamente otra serie de objetivos. Queremos un sistema que sea altamente flexible y que minimice los costos de reducir las emisiones. Un sistema que fomente una mejora rápida y sostenida de la base tecnológica que hará que todo esto sea posible.

Pregunta: ¿Ha propuesto usted un calendario de reducciones en los países en vías de desarrollo?

Wolcott: No proponemos que las economías en desarrollo reciban y se adhieran a "presupuestos" de emisiones en el futuro cercano. Es a los países desarrollados, incluso Rusia y el resto de Europa Oriental, los llamados países del Anexo 1 en la actual Convención de Marco sobre el Cambio Climático, a los que se debería obligar a reducir las emisiones hasta un nivel determinado. Estos tendrían presupuestos de emisiones.

Con el tiempo, los países en desarrollo deberían poder alcanzar esa condición de "presupuesto", pero en el futuro cercano no creemos que el mundo en desarrollo deba recibir ni deba alcanzar los niveles de un presupuesto.

También para el futuro cercano, proponemos un programa de transferencia de tecnología climática en el que nos uniremos a nuestros socios del mundo desarrollado para suministrar a las economías en surgimiento la tecnología más avanzada y apropiada con el fin de facilitar su crecimiento económico sostenido, pero con un mínimo de emisiones de gases de efecto de invernadero.

Un elemento importante de la transferencia de tecnología es lo que la Convención de Marco sobre el Cambio Climático llama "aplicación conjunta". La aplicación conjunta alienta a la industria privada de Estados Unidos y de otros países desarrollados a invertir en el mundo en desarrollo, , en proyectos que mejoren sustancialmente la eficiencia energética en las economías en surgimiento o que depositen el bióxido de carbono, el principal gas de invernadero, en su biomasa, principalmente en los bosques.

El bióxido de carbono se produce cuando se quema carbón, petróleo y gas natural, las fuentes principales de energía en una economía industrializada. El carbono se deposita en los árboles y es descargado en forma de bióxido de carbono cuando se los tala o quema. Otro gas potente con efecto de invernadero es el metano, que se produce en campos arroceros putrefactos cubiertos con agua, en el sistema digestivo de las vacas y en terraplenes sellados que contienen desechos. Todas estas importantes fuentes y depósitos de disipación de los gases de efecto de invernadero se podrían reducir o perfeccionar mediante la aplicación conjunta.

También en el futuro cercano, buscamos las maneras en que los países en desarrollo puedan establecer la infraestructura necesaria para controlar los gases de efecto de invernadero. Esto lo hacemos por medio de un Programa de Estudio de Países, con el que suministramos a los países en desarrollo ayuda financiera para que, por ejemplo, hagan inventarios de las emisiones. Esto les proporciona una base para medir lo que sus operaciones de producción económica generan al presente o generarán en el futuro.

A un plazo más largo, es decir, después del año 2010, confiamos en que se adoptará gradualmente el concepto de presupuesto, y creemos que aun antes de esa fecha sus tremendas ventajas serán demostradas a las economías en surgimiento.

Por lo tanto, lo que tratamos de hacer es crear un contexto dentro del cual el mundo en desarrollo pueda participar sin tener que soportar, en el futuro cercano, la carga de un presupuesto para las emisiones. Mucho de esto simplemente deriva del hecho de que el mundo desarrollado sabe que en gran parte es responsable del estado actual de las cosas y que está mucho más capacitado financiera y técnicamente para invertir en la reducción de las emisiones.

Pregunta: ¿No es el programa de aplicación conjunta, que usted acaba de mencionar, una parte de lo que se llama el sistema de intercambio de derechos de emisiones de gases de efecto de invernadero? ¿Ha explicado la administración cómo cree que un sistema de intercambio para las emisiones debería funcionar?

Wolcott: No tenemos un planteamiento muy detallado con respecto a un sistema de intercambio, pero puedo darle un número de detalles específicos que pienso pueden ayudarle a formar una buena idea de lo que pensamos.

Lo que prevemos en el sistema de intercambio es lo siguiente: Un mundo en el que se especifique un objetivo general, el cual se expresaría, por ejemplo, en términos de emisiones de gases de efecto de invernadero producidas por los países del Anexo 1 (unos 20 países desarrollados, incluyendo a Rusia y Europa Oriental), que no excedan lo que eran, por ejemplo, en 1990, año que se tomaría como base.

Las cantidades que cualquiera de las partes del tratado podría emitir dependerían de esa base. Por ejemplo, si examináramos hoy el total de las emisiones de gases de efecto de invernadero producidas por Estados Unidos, veríamos que exceden considerablemente el nivel de 1990, debido en gran parte a los precios relativamente bajos de energía y al fuerte crecimiento económico a partir de 1990. Pero la economía de Rusia, por ejemplo, era más fuerte en 1990 que lo que es ahora, por lo tanto, sus emisiones están considerablemente por debajo de su nivel de 1990.

Así que, una vez determinados los presupuestos -- y esos presupuestos, repito, podrían estar al mismo nivel, o por debajo o por encima de los del año base -- a un país parte del tratado cuyas emisiones, en cualquier año, sean más bajas que las de su presupuesto, se le permitiría venderle a otra parte el derecho de emitir gases de efecto de invernadero. El objeto del intercambio es asegurar que las emisiones de los países participantes nunca excedan el nivel del presupuesto total de todos ellos. Y repito, el intercambio estaría limitado inicialmente a los países desarrollados.

Con este sistema, a Estados Unidos se le concedería un presupuesto determinado basado en el año base de 1990 y nosotros, a la vez, permitiríamos que las firmas norteamericanas que emiten gases de efecto de invernadero lo hagan conforme a lo que emitieron durante el año base. De este modo el sistema de intercambio internacional estaría ligado intrincadamente al sistema de intercambio interno que prevemos resultaría de él.

Conforme a este sistema de intercambio internacional, los rusos o la República Checa, por ejemplo, podrían encarar costos por unidad considerablemente más bajos para cumplir con su presupuesto que Estados Unidos, o Francia o Alemania. En una circunstancia tal, una compañía estadounidense podría contratar con las fuentes específicas en esos países para comprar, si se quiere, los derechos de emitir gases de efecto de invernadero.

Ahora bien, la atención se concentrará en el bióxido de carbono, pero nosotros incluimos en nuestra propuesta todos los gases de efecto de invernadero, incluso el metano, siempre y cuando se los pueda verificar en forma exacta y confiable.

Será de importancia crítica que se informe de manera frecuente y precisa sobre las emisiones. Por ejemplo, cada año informaríamos sobre cuáles fueron nuestras emisiones de gases de efecto de invernadero, y posiblemente podría hacerse préstamos del futuro, pero a un costo de "interés" considerable. Y cada tantos años, crearíamos nuevos años base y presupuestos.

Lógicamente se podría preguntar cómo se vincula esto con la aplicación conjunta. ¿Cómo pueden participar en este sistema los países del mundo como Ecuador, Bolivia y Tailandia?

Bueno, con el tiempo, estos países experimentarán un crecimiento económico sostenido y eso los llevará a participar en este sistema formal de control e intercambio. Pero mientras tanto, los países del Anexo 1, o los inversionistas de esos países, pueden aunar esfuerzos con las economías en surgimiento para lograr avances en eficiencia energética en los países en desarrollo, o para aumentar allí el depósito del carbono, en nuevos bosques, por ejemplo. Conforme a la propuesta estadounidense, en los lugares donde estos proyectos conjuntos se puedan observar y verificar en forma altamente rigurosa, los créditos recibidos por inversionistas en los países desarrollados se podrían utilizar como los otros créditos del sistema de intercambio.

Recuerde que reducir los gases de efecto de invernadero por unidad de producción sería considerablemente menos costoso, por ejemplo, en Bolivia que en Estados Unidos. Esto crea un incentivo para que una firma norteamericana minimice el costo por unidad de reducir los gases de efecto de invernadero al invertir en una central eléctrica en Bolivia, en lugar de en una en Estados Unidos. Los países en vías de desarrollo, desempeñarán entonces un papel poderoso y provechoso en este sistema a medida que avanzan gradualmente hacia el objetivo internacional de emisiones reducidas.

Pregunta: ¿Entonces el proyecto de aplicación conjunta con países como Guatemala, Tailandia, Bolivia e Indonesia significaría que una empresa de servicio público norteamericana, invertiría, por ejemplo, en mejorar la tecnología de una empresa de servicio público de uno de estos países? ¿La empresa del país en desarrollo tendría que gastar algo para modernizar su central eléctrica, pero una gran parte de la modernización en tecnología sería una inversión de una compañía norteamericana?

Wolcott: Correcto. Y entonces las dos partes tendrían que determinar qué porción del valor relativo de ese crédito les corresponde. Ahora bien, si una compañía de servicio público norteamericana provee todo el financiamiento, entonces cabe esperar que reclamaría una fracción considerable del valor de ese crédito. Por otra parte, la empresa u organismo no gubernamental de ese país obviamente ha invertido en tiempo, ha gastado algunos recursos, como usted ha dicho, y desea obtener alguna ganancia. Eso también, es algo que debe resolverse entre las dos partes.

Creo que otro punto que es importante recalcar aquí es que las ganancias que derivan de este sistema de aplicación conjunta no se limitan estrictamente a las emisiones de gases de efecto de invernadero y a los daños que resultan de ellas. Si colocamos 50.000 hectáreas de campo en un estado mejor administrado, mejoramos la calidad del agua, creamos un hábitat que podría ser vital para la supervivencia de algunas especies en peligro. Estas son ganancias que van más allá de simplemente reducir los gases de efecto de invernadero. Por lo tanto, creo que es importante que también consideremos aquello que llamamos ganancias secundarias.

Pregunta: Pero los países en vías de desarrollo no muestran entusiasmo por un programa de aplicación conjunta. ¿Se extiende eso también al concepto de un sistema de intercambio de las emisiones? ¿Cuáles son las objeciones de los países en desarrollo a uno o a ambos programas?

Wolcott: Parece existir en el mundo en desarrollo un espectro de preocupaciones con respecto a la aplicación conjunta. Una parte del mundo en desarrollo considera el programa de aplicación conjunta como una forma de colonialismo ecológico, en el que los grandes inversionistas norteamericanos y del mundo desarrollado entran en un país y compran los proyectos más baratos de reducción de gases de efecto de invernadero. Estos países en vías de desarrollo temen a todo lo que limite su capacidad de crecer a la larga si todo lo que les queda son maneras más costosas de controlar las emisiones.

Pienso que en términos aun más generales, sienten que esto los expone a la influencia, y hasta al control, de los inversionistas del mundo desarrollado.

Algunos, si no muchos, en el mundo en vías de desarrollo perciben esto como una oportunidad para producir y vender proyectos de administración del carbono relativamente baratos y operar también en una forma de desarrollo verdaderamente sostenible, al reforestar, por ejemplo, partes de sus tierras. Perciben que serían compensados por los proyectos económicamente eficientes y que también obtendrían resultados sostenibles de los programas de reforestación. Costa Rica es un excelente ejemplo de esto.

Costa Rica, líder entre los países en desarrollo en cuanto a cuestiones ambientales, ha participado activamente en nuestro programa experimental, y los organismos no gubernamentales de ese país son algunas de las lumbreras de la comunidad ambiental internacional.

Pregunta: ¿Puede decirme algo acerca del programa experimental de aplicación conjunta?

Wolcott: Hemos tenido un programa piloto desde 1994. Con este programa, se identifican las oportunidades dentro de una variedad de países a fin de aumentar la eficiencia energética y con ello la eficiencia relacionada con los gases de efecto de invernadero. Típicamente, una parte interesada, ya sea un organismo no gubernamental de uno de esos países o un organismo no gubernamental en concierto con un inversionista en ese país, presenta el proyecto al secretariado de Estados Unidos para su examen y crítica con el fin de determinar si las reducciones de las emisiones o las mejoras hechas para el depósito de éstas son verificables, si son reales.

Ahora mismo, hay 23 proyectos que fueron aprobados por el grupo de evaluación. Creo que cinco ya están en operación. Creo que dos o tres de esos proyectos se realizan en Costa Rica. También, ahora mismo, se realizan una variedad de gestiones para evaluar la manera en que se ha llevado a cabo este proceso y cómo marchan los proyectos propiamente dichos.

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Jerry Stilkind escribe sobre asuntos ambientales y otras cuestiones mundiales para el Servicio Informativo y Cultural de Estados Unidos.

Cuestiones Mundiales
Publicación Electrónica del USIS, Vol. 2, No. 2, Abril de 1997