UNA REVOLUCION SILENCIOSA PARA RESTAURAR |
Deseo reflexionar sobre la administraci�� por parte nuestra de los panoramas acu��icos: r��s, lagos y zonas pantanosas que unen y nutren las cuencas hidrogr��icas que habitamos. Nature Conservancy fue quien hizo sonar la alarma y nos advirti��que nuestros ecosistemas de agua dulce y zonas pantanosas figuran entre las que m�� peligran en el mundo. Por ejemplo, una de sus publicaciones recientes informa el hecho alarmante de que aproximadamente una tercera parte de todos los peces, dos terceras partes de todos los cangrejos y tres cuartas partes de los mejillones bivalvos de agua dulce de Am��ica del Norte son especies enrarecidas o en peligro de extinci��.
Despu�� de cinco a��s de experiencia directa con las vertientes del pa��, comparto su tono de urgencia. No podemos continuar con esfuerzos fragmentados. En cambio, debemos emprender la restauraci�� de enteras vertientes, utilizando para ello nuevos m��odos, creando asociaciones y exhortando a una renovada participaci�� de parte del p��lico. Debemos deshacer y corregir el da�� ecol��ico que se ha acumulado a trav�� de los a��s.
Para ilustrar la urgencia de nuestra labor y la posibilidad de su ��ito, deseo hablar sobre varias gestiones de restauraci�� en gran escala que esta administraci�� ha comenzado y luego relacionarlas con las gestiones que est�� en curso a muchos niveles en el pa��. Porque creo que la restauraci�� de las cuencas hidrogr��icas es una idea nueva y poderosa que tiene la capacidad de transformar nuestra relaci�� con las tierras y las aguas que nos sustentan.
Esta administraci�� comenz��en el sur de la Florida porque all��eran m�� visibles y urgentes muchos de los inminentes desastres hidrogr��icos. El Parque Nacional Everglades subsist�� con medidas de sustento que urgentemente necesitaban atenci��. Este sistema de sustento de vida, que consist�� en algunos proyectos menores para bombear m�� agua a trav�� de las arterias hidrogr��icas desecadas del parque, apenas manten�� vivo al paciente. Con cada a�� que transcurr��, los monitores naturales de la salud del paciente -- las grandes bandadas de aves zancudas, las garcetas, marbellas, cig����s y garzas -- segu��n declinando.
La regi�� pantanosa de The Everglades era simplemente la v��tima de una extensa campa�� de "desaguar los pantanos" -- pantanos que sol��n verter sus aguas sobrantes en el sur de la regi�� de The Everglades y en la Bah�� de Florida. El desag�� de los pantanos fue el equivalente t��nico de la pr��tica medieval de tratar al paciente con sangr��s. Y en el proceso de cortar y drenar estas arterias hidrogr��icas, se drenaba la vida misma de The Everglades.
Nuestra estrategia de restaurar el ecosistema de la regi�� pantanosa The Everglades mediante la reconexi�� de esas arterias hidrol��icas, empez��al reunir a todas las agencias federales en un plan com�� de restauraci��. Nuestro codirector muy capaz codirector en este proyecto lo es el Cuerpo de Ingenieros del Ej��cito, el que, ir��icamente, fue uno de los iniciadores de los primeros intentos de desaguar estas mismas regiones del sur de la Florida. Pero pronto nos dimos cuenta de que para lograr una restauraci�� efectiva de las vertientes, necesit��amos la colaboraci�� de las autoridades estatales y locales. En 1994, la legislatura de la Florida, a instancia del gobernador Chiles, promulg��la ley Everglades Forever (Everglades para siempre), con la que se cre��un fondo de 1.000 millones de d��ares para limpiar las afluencias agr��olas contaminadas que eran la causa de gran parte del problema. El cometido de la Florida, respaldado por un efusivo apoyo del p��lico, impuls��al Congreso a aprobar la legislaci�� en respaldo del plan m�� extenso de restauraci�� de vertientes que jam�� se haya emprendido.
Nuestro programa de restauraci�� del sur de la Florida todav�� tiene un largo camino por delante, pero ya hemos aprendido algunas reglas importantes para la restauraci�� de cuencas hidrogr��icas que se aplican a todas partes del pa��:
La asociaci�� en gran escala de autoridades federales, estatales y locales demuestra todo el potencial de restauraci�� de las cuencas hidrogr��icas, especialmente su capacidad de cautivar la imaginaci�� del p��lico. Puede convertir en aliados a enemigos jurados. Puede producir financiamiento de fuentes inesperadas. Puede invertir tendencias perjudiciales con una rapidez y en un grado tal que nos sorprendan.
Consideremos el Valle Central de California, una cuenca de complejos sistemas fluviales que, en la Costa Atl��tica, se extender�� desde Massachusetts hasta Carolina del Sur. All�� la gran campa�� no fue de "desaguar los pantanos", sino de "irrigar el desierto". Al florecer ese desierto y convertirse en vastas tierras agr��olas irrigadas, los r��s se secaron.
Una vez que los r��s, como el San Joaqu��, desaparecieron, para dar lugar a los canales de irrigaci��, desaparecieron las grandes subidas del salm��, que sol��n llegar hasta el pie de las monta��s de la Sierra Nevada. El delta empez��a ser invadido por agua salada. El desag�� agr��ola contaminado con selenio caus��la muerte y desfigur��miles de aves migratorias en el refugio de Kesterson. Las querellas por el agua continuaron durante medio siglo mientras los californianos re��an, incapaces de resolver los conflictos que divid��n a los consumidores de agua urbanos en el sur, los agricultores del Valle Central y los defensores de las pesquer��s del norte.
La restauraci�� de la cuenca hidrogr��ica de California se asemeja extraordinariamente a la de la Florida. Primero, la administraci�� puso orden en el ��bito federal. Despu�� nos unimos con instituciones de los estados, distritos de irrigaci��, granjeros, ambientalistas y pescadores para negociar una estructura para la restauraci�� -- conocida como el Acuerdo Bay Delta. El poder legislativo en Sacramento, que coordin��nuestras actividades, incluy��en las papeletas de votaci�� de 1996 una emisi�� de bonos de restauraci�� -- tambi�� de 1.000 millones de d��ares. En un a�� de austeridad, de presupuestos reducidos y pol��icas fiscales conservadoras, la medida fue aprobada f��ilmente. Armados con ese fuerte respaldo p��lico nos dirigimos juntos al Congreso, el que en 1997 provey��fondos por igual cantidad. Una vez m��, el resultado fue un programa masivo de restauraci�� con el prop��ito de devolver la vida a los r��s y las zonas pantanosas de California, al dedicar aguas para rehabilitar y mantener las corrientes fluviales, volver a irrigar los refugios de la fauna silvestre, mover los diques m�� hacia atr�� de modo que los r��s pudieran correr libremente a trav�� de sus terrenos aluviales, y cubrir los canales de irrigaci�� para proteger a los peces migratorios.
Todo eso suena como una gesti�� pol��ica complicada y a menudo confusa. Pero se reduce a valores simples y eternos. Treinta y seis siglos atr��, el emperador chino Yu aconsej�� "para proteger vuestros r��s, proteged vuestras monta��s". Esa misma regla se aplica hoy. Para restaurar nuestras especies acu��icas, debemos mirar allende la orilla del agua, a la tierra que la bordea. Puesto que ambas son inseparables. Lo que ocurre en esa tierra se refleja inevitablemente en nuestros arroyos y r��s:
Hasta muy recientemente no hab�� mucha preocupaci�� por los efectos que las represas tienen sobre nuestro entorno natural. Hoy, al mirar hacia atr��, a d��adas de modificaci�� de r��s con una represa tras otra, vemos los efectos acumulados: el R�� Colorado ya no corre hacia el mar. Su gran delta, sobre el que Aldo Leopold escribi��ensayos tan conmovedores, ahora es una gran planicie salina seca. Celilo Falls, el m�� legendario de todos los lugares de ceremonias y pesca de los indios, ha desaparecido debajo de los pl��idos embalses del r�� Columbia. En la Sierra Nevada, se tap��el r�� Truckee para elevar el nivel del Lago Tahoe 1,8 metro adicional. Hasta en el Parque Nacional Yosemite, la "Catedral" sagrada de John Muir, se embals��el r�� Merced en el Lago Mirror con el fin de ofrecer a los visitantes un reflejo mejor de la imagen del Medio Domo.
Hasta ahora nos damos cuenta del costo sist��ico de haber construido en este pa��, y en este siglo solamente, m�� de 75.000 represas. Pagamos estos costos de muchas maneras: La destrucci�� del retorno del salm�� en Nueva Inglaterra y en el Oeste del pa��; las vertiginosas migraciones del s��alo y el arenque en el r�� Susquehanna; la desaparici�� de las zonas pantanosas que sustentan las aves migratorias en las rutas de migraci�� del Mississippi; la erosi�� de las playas del Gran Ca��n del Colorado; y la p��dida de nidos y h��itats de reuni�� para cig����s y aves ribere��s a lo largo del r�� Platte, en Nebraska.
Por estas razones es correcto que pensemos acerca de las represas como un libro en el que se contabilizan tanto los beneficios como los costos medioambientales. Y como parte de los esfuerzos de restauraci�� de las vertientes, siempre conviene preguntarnos si una represa determinada se podr�� operar de una manera que sea menos perjudicial para el r��.
El Gran Ca��n es un lugar donde hicimos esta pregunta y la respuesta fue afirmativa. El a�� pasado, la Oficina de Recuperaci�� de tierras abri��las compuertas y envi��un enorme y estrepitoso caudal de agua, un torrente artificial, al r�� Colorado. La idea fue imitar el rebose natural de primavera que ocurr�� en el r�� antes de la construcci�� de la represa, a fin de agitar el sedimento y reconstruir el h��itat desaparecido por causa de la erosi�� en las playas de r�� abajo en el Gran Ca��n.
Y ocasionalmente, un examen cuidadoso del libro mayor de los costos y beneficios y costos nos puede llevar a la conclusi�� de que una represa simplemente se deber�� eliminar.
En 1992, el Congreso autoriz��un estudio sobre la eliminaci�� de dos peque��s represas construidas hace 70 a��s en la desembocadura del r�� Elwha. Estas represas bloqueaban el retorno de 300.000 salmones e imped��n su desove a 112 kil��etros de distancia, en el coraz�� del Parque Nacional Olympic. La administraci�� del parque, luego de un estudio cuidadoso, concluy��que renunciar a una peque�� cantidad de energ�� en un ��ea donde ahora hay exceso de energ�� el��trica, ser�� pagar un precio bajo para restaurar uno de nuestros grandes parques nacionales a su estado primitivo, en el que los r��s nuevamente estar��n repletos de salm�� silvestre, donde habr�� alimento y sustento para los osos, las ��uilas calvas, aves rapaces y, naturalmente, para el esp��itu humano.
Sin embargo, la restauraci�� de nuestros r��s y arroyos y vertientes por ��timo est��en las manos de las comunidades, de la gente que vive y trabaja en esas cuencas. Y cada vez hay m�� ejemplos de gente que se organiza, que re��e grupos interesados, como los granjeros, propietarios de tierras forestales, empresas generadoras de energ�� el��trica, industrias locales, urbanizadores y ambientalistas, para que empiecen el proceso de examinar primero sus r��s, con nuevos ojos y a una luz diferente, para luego seguir esa corriente de agua a medida que se desplaza a lo largo de sus tributarios y a trav�� del paisaje y preguntarse: ����o restauramos la salud de una cuenca hidrogr��ica? ��u��podemos hacer para mejorarla?
El presidente Clinton, en su discurso sobre el Estado de la Uni��, anunci��su intenci�� de designar diez corrientes fluviales norteamericanas como R��s del Patrimonio Nacional. Su prop��ito es reconocer los esfuerzos extraordinarios de aquellas comunidades locales que se unen para reclamar su patrimonio fluvial, que restauran sus zonas costeras, limpian los r��s, protegen las zonas ribere��s, rehabilitan las pesquer��s y administran las cuencas hidrogr��icas para mantener sus aguas saludables.
Con su iniciativa de los R��s del Patrimonio Nacional, el presidente Clinton nos recuerda que son las comunidades locales y los ciudadanos particulares los que proveen el esp��itu movilizador que restaurar��las cuencas hidrogr��icas. Una vez m�� los norteamericanos se dan cuenta de la conexi�� que existe entre sus comunidades y el entorno natural. Una vez m�� nos reunimos en las orillas de las aguas, en busca de renovaci�� de la tierra y del esp��itu. Todos nuestros r��s son un patrimonio -- fluyen a trav�� de nuestras vidas y nuestra historia con tanta seguridad como si fluyeran desde las regiones monta��sas hacia las orillas del mar. Y en ese proceso descubrimos que tenemos el poder de forjar una nueva y m�� respetuosa relaci�� con la creaci�� de Dios.
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