Las negociaciones comerciales sobre cuestiones tales como el soborno se deben realizar tanto en el plano multilateral como en el regional; las cuestiones ambientales, en un plano regional; y las laborales, en cualquier plano en que sea posible, afirma Geza Feketekuty. Asesor durante varios años en la Oficina del Representante de Comercio de Estados Unidos, Feketekuty es ahora director del Centro de Comercio y Diplomacia Comercial Internacional del Instituto de Estudios Internacionales de Monterey, en Monterey, California.
En los últimos años se ha introducido una serie de cuestiones al programa de comercio internacional, que abarcan sectores tales como la inversión, la política de competencia, la reforma regulatoria, el soborno, las normas laborales y el medio ambiente. Estas cuestiones han quedado enredadas en controversias comerciales bilaterales, se han introducido en negociaciones comerciales regionales y han sido propuestas como tema de negociaciones multilaterales de comercio. Las razones comerciales y políticas por las que estas cuestiones se han convertido en temas comerciales y en objeto de negociaciones comerciales, ofrecen algunos indicios sobre cuál debe ser el foro apropiado para discutirlas. Pero, antes de ocuparnos de esos motivos conviene analizar en términos más amplios la relación entre los acuerdos comerciales regionales y los multilaterales.
Los acuerdos regionales: sus ventajas y riesgos
Los acuerdos comerciales regionales tienen una serie de ventajas, pero también entrañan riesgos. Una ventaja de un acuerdo regional es que permite a un pequeño grupo de países, con intereses más homogéneos que los de la comunidad mundial, perseguir esos intereses. Esos acuerdos, por lo tanto, permiten un progreso mayor en lo que se refiere a liberalizar el comercio y aprovechar oportunidades de cooperación en pos de objetivos de política sobre una base regional. De acuerdo con el principio de subsidiaridad, las cuestiones se negocian mejor en el plano de gobierno más bajo compatible con el logro del objetivo de política pública.
Los acuerdos regionales son buenos medios para establecer modelos de cooperación en torno a cuestiones nuevas, por varios motivos. Primero, la participación de un menor número de países facilita el consenso sobre cómo abordar dichas cuestiones. Cuando el terreno no se ha arado lo suficiente en negociaciones previas, conviene concentrarse en una parcela más reducida. Al mismo tiempo, los acuerdos regionales brindan a los países la oportunidad de experimentar con distintos métodos, lo que permite a los negociadores multilaterales aprender de las experiencias de los negociadores regionales. Las negociaciones regionales pueden romper el hielo en el caso de intereses nacionales firmemente arraigados que saldrían perjudicados por una competencia más amplia o una cooperación más amplia en torno a una cuestión determinada. Finalmente, el comercio internacional se puede facilitar cuando las negociaciones regionales conducen a una armonización de las normas y a la eliminación de barreras dentro de la región, lo que da a los productores de fuera la oportunidad de tratar a la región como un todo, como un mercado único. Evidentemente, es más fácil adaptar los propios productos o planes de inversión a un conjunto de normas regionales que a 14 ó 15 normas nacionales muy diferentes.
El riesgo de los acuerdos regionales es que pueden introducir nuevas diferencias en las normas comerciales sobre una base regional o nuevos elementos de discriminación. Los miembros regionales quizás gasten tanto capital político en la negociación de normas regionales que pueden estarían menos dispuestos a amoldarse a diferencias con respecto a países ajenos a la región. Esto puede provocar inquietudes en torno al establecimiento de fortalezas regionales. Un acuerdo regional también podría no contribuir mucho a la solución de cuestiones de alcance verdaderamente mundial, y podría complicar la negociación de soluciones mundiales.
Las cuestiones nacionales frente a las internacionales
La política de inversiones, la política de competencia, las políticas regulatorias y las normas sobre soborno y corrupción se han convertido en cuestiones de comercio porque, en una serie de economías cada vez más integradas que se mundializan se ha vuelto muy difícil separar las cuestiones puramente nacionales de las cuestiones comerciales. La competencia internacional es cada vez menos frecuente entre productos que tienen un origen nacional determinado, y cada vez más frecuente entre los productos que contienen recursos de muchos países distintos. La competencia internacional es cada vez menos frecuente entre productores que tienen una nacionalidad determinada y cada vez más frecuente entre los que tienen instalaciones, empleados, accionistas y otras partes interesadas en todo el mundo.
En un mundo cada vez más mundializado y económicamente integrado, el comercio y la inversión son el resultado de decisiones corporativas sobre una estrategia de producción óptima, no opciones alternativas. Desde el punto de vista corporativo, ya no tiene sentido separar las cuestiones de comercio de las de inversión. En un mundo cada vez más mundializado y económicamente integrado, es también cada vez más difícil separar las cuestiones de competencia nacional de las de competencia internacional. En muchas industrias, la competencia es inherentemente internacional por cuanto que las empresas mundializadas compiten con productos mundiales en mercados mundiales. Donde este es el caso, los reglamentos nacionales, las leyes nacionales sobre competencia y las leyes nacionales sobre el soborno afectan directamente los términos de la competencia internacional y, por tanto, son de interés para la comunidad mundial más amplia. Esto sucede sobre todo cuando la legislación nacional les da a algunas empresas una ventaja artificial sobre otras empresas, basada en motivos políticos, ya sea que dicha ventaja se base en derechos adquiridos por los abuelos, el origen nacional o la afiliación étnica.
Crear estrategias comunes para abordar cuestiones regulatorias, legislación sobre competencia y gobierno corporativo, o legislación penal sobre soborno y corrupción será difícil, y se podría afirmar que lo más prudente sería que los países que han logrado una mayor integración marquen el camino. Esto, a su vez, indicaría que la labor inicial en estos sectores se realizaría mejor sobre una base regional o sobre una base plurilateral entre países que tienen una razón económica sólida para lograr cooperación en una cuestión determinada.
Por otra parte, la integración de la producción no es un fenómeno regional sino mundial. Sería un error detener el establecimiento de la cooperación regional o plurilateral entre un grupo selecto de países. Dicho curso de acción intensificaría el riesgo de establecer no sólo bloques regionales rivales sino también una clase de "gente de dentro", con una situación privilegiada en el gobierno de la economía mundial, y una clase más permanente de países "de fuera".
Una vez considerados todos los factores, lo más apropiado es abordar estas cuestiones tanto sobre una base regional como multilateral, pero a la vez reconocer la necesidad de distintos niveles de cooperación y distintas velocidades para lograr dicha cooperación. El objetivo final de promover la cooperación internacional en esas cuestiones, a cualquier nivel de gobierno, debería ser el mismo; es decir, establecer las condiciones para una competencia económicamente eficaz en el plano mundial. Con arreglo a este objetivo, los ministros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), en su reunión anual de 1995, recomendaron que las futuras negociaciones multilaterales estén orientadas a garantizar la apertura de las economías nacionales a la competencia mundial o, en la jerga económica, a garantizar la discutibilidad mundial de los mercados nacionales.
Cuestiones laborales y ambientales
La introducción de las cuestiones ambientales en las negociaciones comerciales está motivada por dos factores: El reconocimiento de que la contaminación u otros riesgos ambientales, a menudo, no se detienen en la frontera, y la creciente tendencia de los funcionarios responsables de asuntos ambientales a recurrir a medidas comerciales para aplicar las medidas y los acuerdos ambientales. Las normas vigentes incorporadas en el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) se redactaron antes de que los nuevos conocimientos hicieran que los ciudadanos de la mayoría de los países fuesen más conscientes de los problemas ambientales. Es necesario esclarecer estas normas en un nivel mundial. Al mismo tiempo, la necesidad de cooperar en cuestiones tales como la contaminación del aire y del agua es mayor en el plano regional entre países vecinos. Según esto, la cooperación sobre muchas cuestiones ambientales se debería llevar a cabo, sobre todo, en el plano regional.
Hay dos razones por las que las cuestiones sobre normas laborales se tratan como cuestiones comerciales: Primero, porque en las economías avanzadas el cambio tecnológico y la creciente competencia internacional están causando la pérdida de empleos y la reducción de salarios de los trabajadores menos calificados; y segundo, porque la internacionalización de las noticias transmitidas está creando mayor interés público por las condiciones de trabajo en otros países. Al mismo tiempo, hay que decir que ésta no es una cuestión comercial nueva. Una de las razones principales por las que se estableció la Organización Mundial del Trabajo fue una inquietud política de que el aumento del comercio socavaría las normas laborales nacionales. Asimismo, el proyecto de carta de una Organización Internacional de Comercio que se redactó al terminar la Segunda Guerra Mundial incluía un capítulo sobre normas laborales.
Los argumentos a favor de cooperar en materia de normas laborales y establecer un vínculo con el comercio son principalmente de carácter político y tienen que ver con la necesidad de mantener un consenso político nacional en apoyo de las políticas de comercio abierto en los países democráticos. Que esta cuestión se deba tratar en el plano regional o multilateral depende mucho, por una parte, de lo que es políticamente posible negociar y, por otra, de lo que es políticamente necesario para mantener el apoyo a los acuerdos comerciales regionales o multilaterales.
Perspectivas
Económicas
Publicaciones Electrónicas de USIS,
Vol. 1, No. 16, noviembre de 1996.