Fragmentos del discurso que la primera dama de Estados Unidos Hillary Rodham Clinton, pronunci?el 10 de diciembre de 1997 en una ceremonia especial que tuvo lugar en las Naciones Unidas con motivo del Quincuag��imo Aniversario de la Declaraci�� Universal de los Derechos Humanos.
Hace 49 inviernos, el mundo reconoci?una nueva norma com�� para la dignidad humana: un c��igo seg�� el cual deb��n vivir los pueblos del mundo.
Una de las personas que trabajaron arduamente en la creaci�� de ese c��igo fue Eleanor Roosevelt, entonces representante de Estados Unidos ante la Comisi�� de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. El lugar fue Par��. Los delegados que se reunieron para redactar el documento vinieron de pa��es tan diversos como L��ano, Chile, Francia, China y Ucrania. El sue�� fue la Declaraci�� Universal de los Derechos Humanos -- el primer acuerdo internacional sobre los derechos de la humanidad.
Algunas de las lecciones m�� gallardas de la humanidad surgen solamente despu�� de las tragedias m�� profundas. Esta Declaraci�� tom?forma en un mundo devastado por los horrores del militarismo y el fascismo. A ra�� de la revelaci�� m�� violenta de las profundidades a que los seres humanos pueden deshumanizarse unos a otros, el mundo en general finalmente estuvo pronto a aceptar y acord?una norma para los derechos humanos.
Perm��anme leer un pasaje de ese documento:
El desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han resultado en actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad.... Se ha proclamado, como la aspiraci�� m�� elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de la palabra y de la libertad de creencias.... Por lo tanto, la Asamblea General proclama la presente Declaraci�� Universal de Derechos Humanos como ideal com�� por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse....
Este documento prosigue declarando lo que deber�� ser obvio pero que con demasiada frecuencia no lo es: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como est�� de raz�� y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros".
Cu�� radicalmente idealista fue este acto, al principio, cuando las naciones del mundo se adhirieron p��licamente a esta declaraci��. Pero este acto no tuvo lugar en un vac��. Fue en respuesta a la maldad -- y yo empleo esta palabra deliberadamente.
Los que estudian el Holocausto saben que los Nazis pudieron cometer sus cr��enes, precisamente porque lograron limitar progresivamente el c��culo de aqu��los a quienes se define como humanos. Desde el momento en que tomaron el poder, procedieron, paso a paso, a deshumanizar, con leyes y propaganda, a los enfermos mentales, los d��iles, los gitanos, los homosexuales, los jud��s -- a los que identificaron como "vida indigna de la vida".
Naturalmente esta regi�� obscura y fr�� del alma humana -- donde la gente le quita a otros seres humanos primero la comprensi��, luego la empat�� y, por ��timo, hasta la designaci�� de persona - - no se aplica ��icamente a la Alemania Nazi. Este vicio humano, esta habilidad de deshumanizar, se ha visto en todas las ��ocas y en todos los lugares. Y es precisamente este vicio, que la Declaraci�� resiste.
Felizmente, en el medio siglo despu�� del nacimiento de la Declaraci��, hemos logrado, como pueblo mundial, expandir progresivamente el c��culo de la dignidad humana total. Es gracias a este documento, que los individuos y las naciones tienen una norma para medir los derechos fundamentales. Muchos de los pa��es que han surgido en los ��timos cincuenta a��s hallaron en la Declaraci�� inspiraci�� para sus constituciones. Los tribunales de justicia consultan la Declaraci��; la misma ha sentado la base de los tribunales de cr��enes de guerra en el mundo; y ha impulsado a los gobiernos a establecer sus propias comisiones dedicadas a salvaguardar las libertades b��icas.
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos, celebrada en Viena en 1993, fue la fuerza de la Declaraci�� la que inspir?el establecimiento de un alto comisionado para los derechos humanos. Y perm��anme a��dir cu�� afortunada es la ONU, y en efecto el mundo -- por tener a Mary Robinson en este cargo. En la Cuarta Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, en 1995, fue la fuerza de esta Declaraci�� la que nos permiti?afirmar, para que todo el mundo lo oiga, que los derechos humanos son derechos de la mujer y que los derechos de la mujer son derechos humanos.
Sin embargo, a pesar de este medio siglo de progreso, no hemos expandido lo suficiente este c��culo de dignidad humana. Todav�� son demasiados nuestros pr��imos, hombres y mujeres, que son excluidos de los derechos fundamentales proclamados en la Declaraci��; demasiados contra quienes hemos endurecido nuestros corazones -- aqu��los cuyo sufrimiento humano no vemos, no o��os y no sentimos plenamente.
Cualquier examen de la historia nos muestra que cada pa�� ha tenido sus momentos de ceguera que han mantenido a la gente fuera del prometido c��culo de humanidad plena. Tomemos el ejemplo de mi propio pa��. Nosotros, en Estados Unidos, hemos tenido nuestras propias experiencias dif��iles con la aplicaci�� selectiva o desigual de los derechos establecidos en la Constituci�� de Estados Unidos. Hasta nuestros pr��eres, cuyas ideas sobre la dignidad humana estaban tan adelante de su tiempo -- al proclamar en la Declaraci�� de la Independencia que "todos los hombres son creados iguales" -- inscribieron en la Constituci�� la esclavitud. Ha llevado la mayor parte de los 220 a��s de nuestra historia, algunos de ellos sangrientos, pocos de ellos f��iles, extender los beneficios de la ciudadan�� a los afronorteamericanos, a aqu��los carentes de propiedad -- y a las mujeres. Eleanor Roosevelt misma cumpli?35 a��s antes de que pudiera votar.
Aun hoy mismo, circunscribimos el c��culo con aquello que optamos por no ver. Los sudafricanos negros describen lo que era trabajar todo el d�� en lugares de blancos en los que literalmente no se los ve��. En los Balcanes, la gente se ha inducido a no ver la humanidad de aqu��los cuyo patrimonio difiere del de ellos mismos. Nosotros mismos en el mundo industrializado muchas veces optamos por ignorar el trabajo infantil que ha producido nuestras hermosas alfombras o nuestro c��odo calzado.
Y hoy, en demasiados lugares, lo que no vemos, son las injusticias que se cometen contra las mujeres.
Optamos por no ver la injusticia de los sistemas jur��icos en el mundo que sigue tratando a las mujeres como si fueran menos que ciudadanas completas. En demasiados lugares, las herencias que reciben las mujeres son menores que las que reciben los hombres. Las leyes de divorcio injustas obligan a las mujeres a permanecer en matrimonios crueles. Y los tribunales de justicia exigen el testimonio de dos mujeres para igualar al de un solo hombre.
Nuestra visi�� tambi�� es limitada en otras ��eas. Optamos por no ver la contribuci�� de la mujer a la vida econ��ica de nuestros pa��es. En demasiados lugares se discrimina contra la mujer en cuanto a pr��tamos bancarios, los primeros empleos, y los ascensos. Se les niega salarios iguales a los de los hombres -- o hasta salario alguno. Y las mujeres viven desproporcionadamente en la pobreza, y constituyen hasta el 70 por ciento de los pobres del mundo.
Tambi�� circunscribimos el c��culo con lo que optamos por no o��. La libertad y la igualdad para todos dependen primeramente de que un ciudadano realmente tenga voz.
Hasta en la redacci�� de la Declaraci�� Universal hubo un debate sobre la voz de la mujer. La versi�� original del art��ulo primero dec��, "Todos los hombres nacen iguales. Fueron las mujeres miembros de la comisi��, encabezadas por la se��ra Hansa Mehta, de la India, las que se��laron que "todos los hombres" podr�� interpretarse como que excluye a la mujer. Solamente despu�� de un debate prolongado se cambi?el texto para que leyera "Todos los seres humanos nacen libres e iguales".
Hoy, todav�� optamos por no o�� las voces de muchas mujeres. En demasiados lugares, a las mujeres se les impide participar en la vida pol��ica de sus pa��es. En demasiados lugares, las mujeres j��enes y las adultas nunca aprenden a hacer o�� su voz.... Dos tercios de los 130 millones de ni��s que no asisten a la escuela son mujeres. Dos tercios de los 96 millones de personas en el mundo que no saben leer ni escribir son mujeres....
La libertad de expresi�� y la libertad de prensa -- los derechos de presentar peticiones al gobierno y de reunirse -- todos son esenciales. Pero pensemos, cu��to m�� d��iles son estos derechos en un pa�� donde la mayor�� de las mujeres j��enes son analfabetas. Los derechos en el papel, que no se protegen ni se ponen en pr��tica, realmente no son derechos en absoluto.
Seguimos circunscribiendo el c��culo de los derechos humanos con aquello que optamos por no sentir. Como lo dijo Eleanor Roosevelt, "��u��do se enternecer?nuestra conciencia hasta un punto tal que nos lleve a actuar para prevenir la miseria humana en lugar de vengarla?" En demasiados lugares, se define el sufrimiento de la mujer como algo trivial; se lo disculpa explicando que es un "fen��eno cultural". Tal vez a esto se deba que las mujeres no reciban un cuidado adecuado de la salud, incluso acceso a planificaci�� de la familia. Tal vez a esto se deba que se contin�� con el corte genital, al que en algunos pa��es se somete a un 90 por ciento de las mujeres.
Quiz�� es por esta raz�� que la violencia dom��tica y sexual siguen siendo las violaciones de derechos humanos m�� graves, menos denunciadas, y m�� extendidas en el mundo. Casi en todos los pa��es del mundo la violencia dom��tica es una de las principales causas de heridas que sufren las mujeres. En mi pa��, el treinta por ciento de las mujeres v��timas de asesinato son muertas por su actual o su ex compa��ro. Como lo dijo la secretaria de Estado Madeleine Albright, nunca m�� se puede desechar la violencia dom��tica, como se ha hecho tantas veces, como parte de la norma de un pa��, o como una serie de suposiciones privadas acerca de la vida familiar. Dig��oslo tan alto para que el mundo entero pueda o��nos: No creemos que la violencia contra la mujer sea simplemente cultural; creemos que es simplemente criminal.
Y tal vez a esto se deba que la violaci�� y la agresi�� sexual contin��n siendo t��ticas de guerra. Es la injusticia m�� cruel, debo agregar, que tantas guerras, en lugar de terminar en que haya paz para las mujeres y sus familias, terminen en crisis de refugiados donde las mujeres y los ni��s son atrapados en vidas que van de mal en peor. Las mujeres y los ni��s constituyen el 80 por ciento de los 23 millones de refugiados en el mundo.
En este siglo turbulento, la concesi�� completa de los derechos de la mujer sigue siendo un asunto inconcluso....
En los viajes alrededor del mundo que tenido el privilegio de realizar, he conocido innumerables mujeres que no saben nada acerca de esta Declaraci�� y sus promesas, pero que son elocuentes en su creencia en que merecen respeto y un trato mejor en sus familias, sus lugares de trabajo y en las sociedades en que viven.
No obstante, algunos cr��icos siguen desechando los sufrimientos de la mujer como algo menor. ��o son? En 1958, Eleanor Roosevelt escribi? "����de empiezan los derechos humanos? En lugares peque��s, cerca de la casa -- tan cercanos y tan peque��s que no se los puede ver en ning�� mapa del mundo. Sin embargo, constituyen el mundo de la persona individual; el vecindario en que vive....; la f��rica, granja u oficina donde trabaja. Estos son los lugares donde todo hombre, mujer y ni�� busca la misma justicia, la misma oportunidad, la misma dignidad sin discriminaci��. A menos que estos derechos signifiquen algo all? significan poco en otras partes".
Otros cr��icos desechan las violaciones de los derechos humanos como inofensivas. Un informe publicado esta semana por la Comisi�� Carnegie para la Prevenci�� de Conflictos Mort��eros prueba lo contrario. Seg�� el informe, "La acrecencia s��ita de violaciones extraordinarias de los derechos humanos casi siempre es una fuerte advertencia de terribles eventos por venir, entre ellos movimientos masivos de refugiados y guerras civiles".
Aun otros dicen que los derechos humanos son un lujo del Oeste, que no son inalienables, sino ajenos. Pero yo creo -- y las mujeres que he escuchado creen -- que los derechos humanos son tan esenciales para la vida como lo son el aire o el agua, y que se los percibe, m�� all?de la cultura y la tradici��, como innatos. Las mujeres que he conocido no creen que los derechos humanos sean un concepto extra�� inventado por te��icos. En cambio, a pesar de todo lo que les dice la cultura y la tradici��, en su propio coraz�� y alma, saben, que estos son derechos que Dios les ha dado al nacer, con la misma certeza que tienen de que nacieron en la familia humana.
��i no son innatos, c��o fue que la gente, a lo largo de la historia, ha luchado con tanto valor por ellos?
Parad��icamente, la prueba de su universalidad radica en los mismos perpetradores de las violaciones de los derechos humanos. ��or qu?huyen aqu��los que han deshonrado a la humanidad para tratar de borrar sus rastros, si no es porque saben que han cometido errores? Los Nazis trataron de ocultar sus campos de concentraci��. El comunismo mantuvo sus terrores en la sombra de la Cortina de Hierro. Grandes cantidades de cad��eres est�� ocultos en la tierra dura de Bosnia y en los bosques profundos de Rwanda. En mi hemisferio, personas e ideas han "desaparecido".
��or qu?tomarse la molestia?
Porque los derechos humanos trascienden los reg��enes y costumbres individuales. Las creencias contenidas en la Declaraci�� Universal de los Derechos Humanos no fueron inventadas hace cincuenta a��s. No son la obra de una sola cultura o un solo pa��. Han estado con nosotros siempre, desde los albores de la civilizaci��. S��ocles escribi?sobre ellos hace unos 2.500 a��s, cuando hizo declarar a Ant��ona que hab�� leyes ��icas m�� altas que las leyes de los reyes de Tebas. P.C. Chang, quien ayud?a redactar la Declaraci�� Universal, se��l? que Confucio los expres?en la China antigua. La creencia de que debemos respetar a nuestro pr��imo como nos respetamos a nosotros mismos forma el n��leo de las ense��nzas de todas las principales religiones del mundo.
Los principios contenidos en el documento cuyo nacimiento celebramos hoy no fueron fabricados sino revelados; todas las grandes religiones expresaron y ense��ron sus verdades.
Si rompiera esta Declaraci��, sus valores continuar��n.
Si quemara este documento, su significado permanecer��.
Si prohibiera que alguien oyera sus palabras, ��tas a�� resonar��n fuertes como siempre en los corazones de los hombres y las mujeres.
Es debido a que cada era tiene sus momentos de ceguera que debemos ver nuestros propios asuntos no concluidos -- ahora, mientras nos encontramos en el umbral de un nuevo milenio. De una vez por todas, debemos renovar nuestra dedicaci�� a completar el c��culo de los derechos humanos. Debemos esforzarnos para ver m�� distintamente, o�� m�� claramente y sentir m�� plenamente.
Y debemos hacer algo m��. Debemos apoyar las democracias -- nuevas y viejas -- que trabajan para satisfacer las aspiraciones de esta Declaraci��.
Es tiempo de que nosotros, como comunidad mundial, nos comprometamos de una vez por todas: se nos han acabado las excusas para no hacerlo. Estamos aqu? al final mismo del siglo XX, un siglo que una y otra vez ha sido devastado por la guerra. Si la historia de este siglo nos ense�� algo, es que cuando quiera que se compromete la dignidad de cualquier individuo o grupo al menospreciar qui��es son o alg�� atributo esencial que poseen, entonces nos exponemos a pesadillas.
Por otro lado, si el siglo tiene para nosotros una lecci�� redentora, es que al extender el c��culo del civismo y la dignidad humana para incluir a todos -- sin excepci�� -- entonces tenemos la base para que florezcan nuevos mundos de esperanza.
Por lo tanto, dirij��onos hacia estos mundos. Y hag��oslo con el conocimiento de que el camino nunca ser?f��il. Estos derechos son eternos, pero as?tambi�� lo es la lucha para obtenerlos. Si bien la oscuridad en el coraz�� humano puede disminuir, nunca desaparecer? Debemos ver los derechos humanos con ojos realistas. Y debe ser con manos limpias y corazones abiertos que -- en este quincuag��imo aniversario de la Declaraci�� Universal de los Derechos Humanos -- renovemos nuestra dedicaci�� a su realizaci��.
Temas de la
Democracia
Publicación Electrónica de USIS, Vol.
3, No. 3, octubre de 1998