Este es un ejemplo hipotético de cómo, en una democracia, el público se vale de los medios de comunicación para gobernarse.
En un cruce de calles de una zona muy concurrida ocurre un accidente de automóvil muy grave. El periódico local (independiente) da la información oportuna y señala que es el quinto accidente en ese mismo lugar en los últimos dos meses. Los vecinos de la zona leen el artículo y deciden elevar una petición a la asamblea municipal para que instale un semáforo en ese cruce delante de su casas. Los funcionarios elegidos de la asamblea se muestran de acuerdo con los peticionarios (bien sea por los méritos del caso, por temor a perder votos en la próxima elección, o por los dos motivos). De esta forma, los contribuyentes han decidido cómo se debe invertir el dinero de sus impuestos y han impuesto su voluntad a sus representantes en el gobierno local para adoptar y poner en práctica dicha decisión. Democracia en acción.
Si el periódico hubiera sido de propiedad del gobierno local o hubiera estado controlado por él, tal vez hubiera optado por no publicar ese artículo. Quizás el alcalde no hubiera querido que los ciudadanos pensaran que su departamento de tráfico es ineficaz. O tal vez tuviera otros proyectos para gastar lo que se recauda en impuestos.
Rara vez la ecuación es tan simple, incluso en el plano de la comunidad. En este caso, digamos que se presenta una otra petición de un grupo de ciudadanos que se oponen a la instalación de un semáforo en ese cruce, porque dicen que haría que el tráfico se moviera con mucha lentitud en el centro de la ciudad, lo que supondría un trastorno muy superior al que se pretende remediar, ya que sus efectos se dejarían sentir sobre un sector mucho más numeroso de la población y con mucha más frecuencia. El periódico, que tiene una sección de artículos de fondo, publica un editorial en el que expresa su opinión en favor del semáforo. Pero como quiere reflejar los puntos de vista de un amplio sector de la comunidad, también publica cartas de los ciudadanos que se oponen a la instalación de un nuevo semáforo. Puede incluso publicar un comentario de uno de sus redactores que expresa su propia opinión en contra de la adoptada por el periódico en el artículo de fondo (que refleja la opinión del propietario del periódico). El periódico también publica noticias en las que se cita al alcalde, que está en contra de la instalación del semáforo.
Ahora tenemos una batalla campal, y el periódico está justo en el centro. Algunos incluso podrán decir que el periódico provocó el argumento en primer lugar, al publicar todas esas opiniones contradictorias y caldear lo que hasta entonces había sido una situación sin complicaciones y bastante tranquila. Pero la mayoría está de acuerdo en que el periódico había prestado un servicio provechoso. Al final, la asamblea municipal estudia todas las pruebas y los argumentos, incluidos los del influyente gremio de comerciantes que se oponen al semáforo, y deciden instalarle. Democracia en acción.
Ahora, para complicar aun más la situación, digamos que el propietario y el director del periódico, a quienes preocupa el descenso de las ventas, deciden aprovechar esta pequeña crisis pública para impulsar la circulación del periódico.
También quieren aprovechar la crisis para poner en un aprieto al alcalde, a quien el periódico ve con malos ojos y a cuya reelección se opuso tenazmente. Con ese fin, idean una estratagema para despertar el interés de los lectores y al mismo tiempo anotarse algunos tantos políticos. Para ello, deciden publicar una historia apócrifa en la que se afirma que el alcalde mismo sufrió un accidente de automóvil en esa intersección pero trató de ocultarlo. El alcalde se querella con el periódico al que acusa de difamación y gana el juicio. Como resultado, el proyecto del periódico tiene un efecto contraproducente: los lectores indignados cancelan su suscripción y la asamblea municipal decide no instalar el semáforo después de todo. ¿Democracia en acción?
En este caso, se puede decir que el mercado funcionó como
debía: el
periódico pagó por sus pecados cuando el público
votó con su
bolsillo. Pero el buen gobierno también sufrió, porque
la decisión
de la asamblea municipal se basaba en motivos indebidos
(indignación por las mentiras de la prensa). Al final, el
problema
de la intersección quedó sin resolver.
Temas de la
Democracia
Publicación Electrónica de USIS, Vol.
2, No. 1, febrero de 1997