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Stephen Hess describe cómo puede inmiscuirse la política exterior en el "terreno principalmente nacional de las políticas presidenciales" cuando surge una crisis durante un período de elecciones o cuando una "cuestión internacional se nacionaliza por involucrar directamente a ciudadanos estadounidenses como tropas o rehenes". Aunque el electorado "conoce menos las relaciones extranjeras que los asuntos nacionales", dice, "es obvio que las cuestiones internacionales que interesan a los votantes les interesan profundamente". Desde 1972, Hess ha sido investigador superior de estudios gubernamentales de la Institución Brookings en Washington, redactor de discursos del presidente Eisenhower, vicesecretario de asuntos urbanos durante la administración Nixon, y asesor del presidente Carter para la reorganización de la oficina ejecutiva. Es autor de 15 libros, entre ellos The Presidential Campaign, Organizing the Presidency y Presidents and the Presidency.
El primer domingo de septiembre, cuando el presidente estaba ordenando el lanzamiento de misíles de crucero contra Irak, Robert Dole criticó el "débil liderazgo" de Bill Clinton frente a Saddam Hussein. Al día siguiente, después que hicieron blanco los misíles, el candidato republicano a la presidencia decidió que atacar a su rival demócrata era un error y ofreció apoyo "sin vacilación ni reservas" a las fuerzas militares de Estados Unidos. Ross Perot, del Partido de Reforma, se negó a respaldar al presidente, aunque declaró: "La guerra no es un lugar para que los políticos creen una imagen positiva y obtengan una ventaja en los sondeos de opinión". Sorprendentemente, una vez más la política exterior se ha convertido en un tema clave de las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
Sorprendente, por la orientación introspectiva de los votantes estadounidenses y el hecho de que la mayoría de las elecciones se deciden sobre la base de consideraciones nacionales, sobre todo, la situación de la economía. Cuando el director de la campaña de Clinton en 1992, James Carville, recordó al personal: "Es la economía, estúpido" --su manera pintoresca de advertir a quienes trabajaban en la campaña que no se apartaran de su mensaje fundamental--, estaba reiterando sencillamente un axioma de la política estadounidense.
Clinton pronunció algunos discursos obligatorios sobre política exterior, que solían girar en torno a la importancia del comercio exterior. Pero consiguió mantener el debate al margen de cuestiones de ultramar que habían sido el punto fuerte de los republicanos, primero con Ronald Reagan, el candidato del partido en 1980 y 1984, que a menudo parecía estar postulándose por el cargo en contra de la Unión Soviética, y más tarde, con George Bush, cuyo índice de aprobación en las encuestas subió el 90 por ciento después de la Guerra del Golfo.
La intromisión de la política exterior y las cuestiones de seguridad nacional en la esfera predominantemente nacional de las políticas presidenciales estadounidenses se produce de varias formas.
Evidentemente, la primera se produce cuando surge una crisis durante el período electoral, como en el caso de la incursión militar iraquí de este año en una zona kurda protegida. La campaña de 1956 entre Dwight Eisenhower y Adlai Stevenson se complicó con las dos crisis internacionales, el levantamiento húngaro y la invasión de Egipto por las tropas de Israel, Francia y el Reino Unido. A todos los candidatos de los partidos que no están en el poder les preocupan las llamadas "sorpresas de octubre", cuando se recuerda al país que el candidato del partido que ocupa el poder también puede ser el comandante en jefe y el país tiende a "cerrar filas en torno a la bandera".
Segundo, cuando una cuestión internacional se nacionaliza por involucrar directamente a ciudadanos estadounidenses como tropas o rehenes. Los ejemplos más recientes de esto son la guerra de Corea, la guerra de Vietnam, y la toma de la embajada de Estados Unidos en Irán en 1979, acontecimientos que tuvieron importantes repercusiones en la elección de Eisenhower (1952), la decisión de Lyndon Johnson de no volver a presentarse a las elecciones (1968), la reelección de Richard Nixon (1972), y la derrota de Jimmy Carter (1980).
Tercero, cuando un candidato comete un error, como les sucedió al presidente Gerald Ford y al senador Barry Goldwater. Ford hizo unas observaciones inoportunas sobre el dominio soviético del Este de Europa cuando estaba debatiendo con Carter en 1976; Goldwater, el candidato republicano de 1964, dio una explicación fuera de lugar de la defoliación de Vietnam que le hizo aparecer como alguien dispuesto a ordenar un "bombardeo nuclear".
Cuarto, los candidatos saben que determinados países tienen un significado especial para determinados grupos de estadounidenses. La propuesta de Dole de trasladar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén para mayo de 1999 es atractiva para los judíos estadounidenses, mientras que la intervención de Clinton en el proceso de paz del Ulster tiene una buena acogida entre los ciudadanos de origen irlandés. Las relaciones de Estados Unidos con la Cuba de Castro han tenido repercusiones en Florida, estado con gran número de votos electorales, lo mismo que las cuestiones de inmigración tienen un significado especial en los estados fronterizos con México.
Quinto, los candidatos a veces plantean cuestiones de política exterior debido a sus intereses y experiencias en el pasado. Una serie de aspirantes a la presidencia han sido miembros de las Comisiones de relaciones exteriores o servicios armados del Senado. George Bush había sido el primer embajador a China, representante ante las Naciones Unidas y director de la Agencia Central de Inteligencia. Dole, que instó a que se pospusieran las elecciones en Bosnia alegando que "estas elecciones serán un fraude, pero un fraude con el sello de aprobación de Estados Unidos", durante largo tiempo ha expresado opiniones firmes sobre el conflicto en la antigua Yugoslavia.
Sexto, los candidatos se comprometen con determinadas posiciones a través de los programas de sus partidos. Comparativamente, existen diferencias reales en esos documentos que contribuyen a definir la razón de la preferencia de los votantes por un partido u otro. En los programas de 1996, por ejemplo, los republicanos prometen "dar marcha atrás a la reducción de nuestros gastos de defensa" y los demócratas responden que los republicanos "desean gastar más dinero en defensa de lo que pide el Pentágono". (El programa del Partido de reforma no trata de las relaciones internacionales).
Toda explicación de la importante función desempeñada por la política exterior en las políticas electorales debe ser acogida con serias reservas: en Estados Unidos no existe un debate responsable sobre política exterior durante las campañas presidenciales; el electorado estadounidense no tiene suficiente conocimiento de las cuestiones de política exterior; y su interés en ese aspecto no va mas allá de un deseo básico de paz.
La política exterior como generadora de temas de campaña electoral se reduce a determinar quién es más apto para sacar al país de la guerra o mantenerle fuera de ella. Cuestiones sumamente técnicas, como las finanzas internacionales o incluso situaciones explosivas que no es probable que afecten a las fuerzas militares de Estados Unidos, no son la pasta de la que se forjan los mandatos electorales. Las proclamas de los candidatos son básicas, incluso primitivas: "He dicho esto antes, pero lo diré una vez más y otra y otra: Vuestros hijos no van a ser enviados a guerras extranjeras", dijo el presidente Franklin Roosevelt en 1940.
Sin embargo, dado que el electorado está menos interesado e informado en relaciones exteriores que en asuntos internos es obvio que las cuestiones internacionales que le interesan le interesan profundamente. La política exterior se convierte en un tema dominante de la campaña sólo cuando ha tocado un nervio vivo del electorado. La intervención estadounidense en Vietnam era una de esas cuestiones y a Perot le gustaría transformar la participación estadounidense en NAFTA (Acuerdo de Libre Comercio en América del Norte) y en GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio) en otra de las cuestiones que tocan un nervio.
El senador Daniel Patrick Moynihan es de la opinión, que muchos comparten, de que "las elecciones son raramente nuestro mejor momento". En una campaña política, las cuestiones de fondo a menudo se simplifican o dramatizan en extremo y se las hace parecer como catástrofes devastadoras. Tal vez, en la práctica no se debería esperar que las campañas presidenciales fueran vehículos apropiados para un examen minucioso, equilibrado y objetivo de las políticas públicas. Aunque esta observación se puede aplicar a las cuestiones tanto nacionales como internacionales, éstas últimas son aun más inescrutables por sus complejidades, su carácter a veces secreto, y el limitado conocimiento que de ellas tiene la mayoría de los votantes. Por tanto, se puede decir como norma general de campaña: aunque todas las cuestiones se abordan mal, las de política exterior se abordan peor.
Nada en la geografía o geometría de la política de Estados Unidos permite prever si es más o menos probable que se planteen cuestiones de política exterior en futuras campañas presidenciales. O que se aborden con más responsabilidad que en el pasado. Lo más triste es que las promesas en materia de política exterior que hacen los candidatos probablemente tienen poco que ver con las crisis en ese terreno que los presidentes tienen que afrontar en la realidad. A juzgar por la historia reciente, los votantes estarían mejor servidos si los candidatos respondieran a preguntas tales como: ¿qué haría usted si Corea del Sur usa armas nucleares o si vuelve a estallar la guerra entre musulmanes y serbios en Bosnia? Desgraciadamente, los contendientes por la presidencia no responden cuestiones hipotéticas. Pero si lo hicieran, los resultados serían más interesantes y, ciertamente, más provechosos que los debates de política exterior que se entablan ahora en las campañas presidenciales.
Agenda de la
política exterior de los Estados Unidos de
América
Publicaciones Electrónicas del
USIS, Vol. 1, No. 14, Octubre de 1996.