En marzo de 1996, la Oficina de asuntos internacionales sobre estupefacientes y ejecución de las leyes del Departamento de Estado publicó su Informe sobre la Estrategia internacional de control de estupefacientes. A continuación, una traducción extraoficial de la versión resumida del informe.
POLITICA E INFORMACION GENERAL SOBRE EL PROGRAMA DE 1995
El comercio internacional de estupefacientes tuvo pocos motivos de congratularse en 1995, después de que varios países de los que depende en sumo grado intensificaran su campaña contra él. Aunque algunos países actuaron con más energía que otros, para principios de 1996 estaban detrás de rejas más figuras preeminentes del mundo de las drogas que en cualquier otro momento comparable de los últimos años. La erradicación de las cosechas destinadas a la elaboración de estupefacientes, medida a la que anteriormente se habían opuesto tenazmente muchos de los principales países cultivadores, ganó más aceptación como medio de limitar la producción de cocaína y opio. Las unidades nacionales para la lucha contra los estupefacientes, que a menudo reciben ayuda del gobierno de Estados Unidos, continuaron entorpeciendo las operaciones de las organizaciones de traficantes, cortándoles las rutas de tráfico, destruyendo laboratorios de refinado y confiscando importantes cantidades de cocaína y heroína. Un mayor número de países promulgó leyes estrictas contra el lavado de dinero e intensificó las restricciones al comercio de precursores químicos. Y, tal vez lo más importante, los gobiernos de varios países de importancia fundamental para el comercio de los estupefacientes se vieron obligados a hacer frente a la corrupción, que había dado acceso a dicho comercio a las más altas esferas de gobierno. Estos acontecimientos alentadores confirmaron la solidez general de las políticas actuales contra los estupefacientes.
El comercio de estupefacientes todavía es fuerte. No obstante, 1995 no le dio ningún motivo de satisfacción. El comercio internacional de estupefacientes sigue siendo una fuerza poderosa, refinada y capaz de adaptarse a las circunstancias cambiantes. Pese a nuestra labor colectiva, en 1995 los traficantes consiguieron llevar toneladas de cocaína y heroína a casi todos los países del mundo. Formaron nuevos mercados en Europa oriental, los países de la antigua Unión Soviética, Africa y Oriente Medio.
Hicieron gala de su indudable capacidad de corromper gobiernos, y demostraron que, con frecuencia, el arresto de uno de sus cabecillas, lejos de dar un serio golpe a una organización, lo único que hace es abrir un puesto de trabajo provisional.
El comercio de los estupefacientes continuamente busca nuevas oportunidades. Para compensar las posibles pérdidas en el hemisferio occidental, los sindicatos de la cocaína han puesto la mira en nuevos mercados por todo el mundo. En Europa, donde una combinación de nueva riqueza y descontento social ofrece las condiciones ideales para el consumo de estupefacientes, se ha confiscado cocaína en casi todos los países entre Dinamarca y Turquía, mercados tradicionales de la heroína del sudeste asiático. Europa oriental se ha convertido en un objetivo principal. Por ejemplo, los obreros de los astilleros de Gdansk encontraron más de 200 kg de cocaína a bordo de un carguero griego en un dique seco; en agosto, las autoridades checas arrestaron a un correo venezolano que estaba pasando cocaína de contrabando; la policía turca detuvo a un correo búlgaro que llevaba cocaína para venderla en los bares de Estambul; la policía rumana confiscó cocaína líquida que había sido enviada de Colombia. Brasil se ha convertido en un centro principal de actividad de los nigerianos que transportan cocaína a Africa y Europa, y entre la población penitenciaria de casi todos los países del mundo se puede encontrar a traficantes nigerianos.
Pero la cocaína sólo ha venido a complementar el ya floreciente comercio de heroína. Las bandas dedicadas al tráfico de heroína del sudeste y el sudoeste asiático, respectivamente, inundaron el hemisferio occidental, Europa, Oriente Medio y Africa. En 1995, la heroína del sudoeste asiático era especialmente abundante en Europa, donde los traficantes bifurcaron y ampliaron la ruta tradicional de contrabando de los Balcanes hacia el norte, con dirección a Rumania, Hungría y las Repúblicas Checa y Eslovaca, y hacia el sur, a través de la antigua Yugoslavia, Croacia, Eslovenia y la antigua República yugoslava de Macedonia, Grecia, y Albania. Los estupefacientes ilícitos, desgraciadamente siguen siendo una industria en crecimiento.
El auge de las drogas sintéticas. Un acontecimiento perturbador ocurrido en 1995 ha sido la asombrosa propagación de las drogas sintéticas, especialmente la metamfetamina, en el mercado mundial de estupefacientes ilícitos. Estos estupefacientes, cuya popularidad ha ido en aumento en los últimos años, pueden convertirse en la pesadilla del siglo próximo para las autoridades encargadas de controlarlos. Como se indica en los capítulos del Informe sobre la Estrategia internacional del control de estupefacientes dedicados a los diferentes países, la demanda de metamfetamina ha ido aumentando, no sólo en los países industriales, sino en la mayoría de los del mundo en desarrollo. De los Estados Unidos a Europa, de los países de la antigua Unión Soviética a Africa, el apetito de metamfetamina y "éxtasis" no ha hecho más que crecer. Además estos estupefacientes permiten a las organizaciones dedicadas al tráfico controlar la totalidad del proceso desde la manufactura a la venta en la calle. Las liberan de tener que depender de cosechas posiblemente vulnerables, como la coca o la adormidera, y pueden manufacturarse a un precio relativamente barato a partir de productos químicos fácilmente asequibles. Con un sinfín de químicos desempleados o subempleados para elegir en el Este de Europa, las mafias de la droga están haciendo de los estupefacientes sintéticos un tercer pilar de su comercio, en competencia con los principales soportes: cocaína y heroína. En 1995 ya había indicios de que las organizaciones mexicanas de traficantes que dominan las vías de distribución de la cocaína estaban tratando de controlar el comercio de la metamfetamina en Estados Unidos.
Resultados. En 1995, el comercio de cocaína fue el que más sufrió, tras el arresto por las fuerzas colombianas de muchos de los principales dirigentes de la mafia de las drogas de Cali, hasta ahora, el más poderoso de los sindicatos dedicados al tráfico de cocaína. Si bien la fuga posterior de José Santacruz Londono, que se evadió en enero de una cárcel de Bogotá, restó algo de brillo al triunfo, constituyó, de todos modos, un gran éxito. A dos años de la fragmentación del cártel de Medellín, en 1993, el ataque del gobierno colombiano contra el cártel de Cali ha sembrado el desconcierto en el comercio colombiano de cocaína, al menos por el momento.
El comercio de cocaína sufrió otros reveses en otros lugares de América Latina. Las fuerzas armadas de Perú y Colombia, apoyadas por el gobierno de Estados Unidos, entorpecieron seriamente el "puente aéreo" que transportaba productos semielaborados de cocaína de Perú a Colombia para ser refinados y distribuidos. Los atascos hicieron que, por breve tiempo, en Perú se desplomara el precio de la coca al no poder los traficantes llevar productos perecederos al mercado.
En otras partes del mundo también se cosecharon éxitos. Las autoridades pakistaníes informaron haber confiscado cerca de 17 toneladas métricas de heroína, cantidad que, en estado puro, bastaría por sí sola para satisfacer la demanda anual de la mayor parte de Europa occidental. Pakistán también concedió a Estados Unidos la extradición de tres importantes traficantes de heroína: Iqbal Baig y dos de sus lugartenientes, figuras clave a las que hacía tiempo buscaba el gobierno de Estados Unidos. En el Sudeste de Asia, Tailandia inició el proceso de extradición de diez importantes traficantes vinculados al más notorio tirano de la droga de la zona, Khun Sa (Chiang Chi-Fu). Los diez fueron arrestados a finales de 1994 en la operación La trampa del tigre, cuando las fuerzas militares y de seguridad tailandesas cortaron las carreteras y las vías de tráfico principales cerca de las zonas de Birmania controladas por los insurgentes. Otro asociado de Khun Sa fue arrestado en 1995 y se está gestionando su extradición a Estados Unidos donde será juzgado por delitos contra las leyes federales sobre tráfico de estupefacientes.
Cultivos para la elaboración de estupefacientes. Los datos sobre cultivos destinados a la elaboración de estupefacientes fueron menos alentadores. En 1995, las cosechas tanto de coca como de adormidera fueron muy abundantes. Los cálculos de la extensión de los cultivos y del rendimiento en potencia establecen nuevas marcas para ambas cosechas. El buen tiempo fue el principal responsable, aunque la inactividad gubernamental también constituyó una bonanza para los cultivadores.
Los elementos del control de la oferta: concepto sencillo, aplicación difícil. El objetivo de reducir considerablemente la oferta de estupefacientes ilícitos se puede alcanzar, pero no sin un compromiso sostenido. Los principios fundamentales de la reducción de la oferta son simples. Una cadena de cinco etapas, del cultivador al usuario, enlaza al productor, en un país extranjero, con el consumidor, en Estados Unidos. Estas etapas son: cultivo. elaboración, tránsito, distribución al por mayor y, finalmente, ventas al por menor en la calle. Los programas de control de estupefacientes del gobierno de Estados Unidos se dirigen a los tres primeros eslabones de la cadena; cultivo, elaboración y tránsito. Cortar la cadena en el origen es el medio más eficaz de cortar el flujo; los estupefacientes no llegan a entrar en el sistema. Es análogo a eliminar un tumor antes de que haga metástasis.
El factor decisivo: la voluntad política. La piedra angular de cualquier estrategia fructífera contra los estupefacientes es la voluntad política. Un país puede disponer de los más modernos equipos y servicios de ejecución de las leyes contra los estupefacientes y todavía no ser capaz de paralizar el tráfico, a menos que su gobierno esté dispuesto a capear el temporal político a corto plazo que inevitablemente provocan las medidas eficaces contra los estupefacientes. Salvo en los raros casos en que los gobiernos no controlan físicamente el territorio nacional, las ventajas obtenidas un año por las fuerzas antinarcóticos a menudo se pierden en el año siguiente cuando los gobiernos carecen del coraje político para mantenerse firme en sus decisiones. Los efectos de una voluntad política titubeante son visibles a todos, especialmente a las principales organizaciones de traficantes. Y lo explotan al máximo.
El comercio de estupefacientes aprendió hace mucho tiempo que donde la voluntad política es débil puede establecer un modus vivendi con un gobierno. Las organizaciones de traficantes normalmente absorben las pérdidas de una zona determinada si sus operaciones en otras zonas son rentables. Este es el costo de los negocios. La mayoría de los gobiernos, a su vez, tiende a concentrar sus operaciones contra los estupefacientes en sectores que ofrecen menos posibilidades de provocar repercusiones políticas adversas de los traficantes.
En una situación típica, un país con importantes cultivos de coca o adormidera se concentra en la interceptación, cuando lo que es necesario es la erradicación; un país con importantes actividades de refinado erradica las cosechas mientras importantes organizaciones de traficantes realizan pingües operaciones mediante la manipulación de una policía corrupta y de un sistema judicial débil: o un país con importantes recursos bancarios persigue activamente a las organizaciones traficantes, al mismo tiempo que guarda el secreto de las operaciones bancarias y evita las reformas eficaces contra el lavado de dinero. Una vez que se establece un modus vivendi, el problema de los estupefacientes se hace endémico.
La paz política a corto plazo de que disfrutan los políticos no hace más que dar a los intereses del narcotráfico la oportunidad de afianzar su posición a largo plazo. Uno de los principios básicos de la política antinarcóticos del gobierno de Estados Unidos ha sido exponer y, siempre que ha sido posible, evitar esa capitulación estimulando la voluntad política de los principales países productores y de tránsito. Pues, una vez que el problema de los estupefacientes se hace endémico, la corrupción inevitablemente florece, y donde reina la corrupción en gran escala, el gobierno democrático está en peligro.
Corrupción. En el centro de la campaña contra el comercio de estupefacientes se libra la batalla contra la corrupción. Los estupefacientes son, sobre todo, un medio de hacer grandes cantidades de dinero. Gramo por gramo, no hay producto tan lucrativo como los estupefacientes. Unas sustancias que son relativamente baratas de producir generan ingresos ilícitos de una magnitud sin precedentes en la historia. A un precio medio de cien dólares el gramo en las calles de Estados Unidos, una tonelada métrica de cocaína cuesta 100 millones de dólares si es pura, y el doble si está rebajada. El gobierno de Estados Unidos confisca, normalmente, más de 100 toneladas métricas al año, o sea, una cantidad de estupefacientes de un valor superior a 10.000 millones de dólares en la calle, lo que es igual al producto interno bruto de muchos países. Para poner esas cifras en perspectiva, basta decir que durante el ejercicio fiscal 1995, el gobierno de Estados Unidos gastó algo más de 810 millones de dólares en todas sus actividades internacionales de control de estupefacientes. En cantidad de cocaína, eso se traduce en, aproximadamente, ocho toneladas métricas. Los grandes aviones que vuelan a México han llevado esa cantidad o más en un solo envío.
Con esos recursos a su disposición, las grandes organizaciones de traficantes tienen una capacidad casi ilimitada de corrupción. Cuanto más arraigada está la organización mejores son sus oportunidades de corromper. Por ejemplo, en este hemisferio, los dos países que llevan más tiempo luchando contra el comercio de estupefacientes: México y Colombia, son también los que han tenido que hacer frente a la corrupción que se ha filtrado hasta las más altas esferas de gobierno. La angustiosa situación que supuestamente se podría dar es que un día los traficantes puedan controlar los gobiernos a través de funcionarios elegidos que deben su cargo a los sindicatos de la droga. Aunque eso no ha sucedido en tiempos recientes, ha habido algunas situaciones perturbadoras en que se ha llegado muy cerca. Podemos esperar que los traficantes sigan presionando en cada oportunidad que se les presente, ya que su supervivencia depende de la combinación precisa de impotencia, negligencia y complicidad gubernamentales de que se nutre la corrupción.
Certificación. La cooperación, en el punto de mira. Una forma de ayudar a los gobiernos a mantener su honestidad es someterlos al escrutinio periódico. La corrupción originada por los estupefacientes, como toda otra forma de perversión, sólo puede medrar en las sombras. Gracias a una revisión de la Ley de Asistencia Exterior, el gobierno de Estados Unidos dispone del equivalente de un foco internacional que puede enfocar a los principales países vinculados al comercio de estupefacientes: el proceso de certificación. Todos los años, el presidente tiene que certificar si cada uno de los principales países productores o de tránsito ha cooperado plenamente o ha adoptado medidas apropiadas por su propia iniciativa para alcanzar las metas y los objetivos de la Convención de las Naciones Unidas de 1988, incluida la erradicación de la corrupción de los funcionarios públicos. El proceso de certificación le brinda al presidente una plataforma internacional para hacer una evaluación pública y franca del desempeño de los principales países afectados por los estupefacientes.
Aunque la denegación de la certificación entraña importantes sanciones en materia de asistencia exterior, así como el voto negativo obligatorio de Estados Unidos contra la concesión de crédito por seis bancos multilaterales de desarrollo, las posibles pérdidas materiales son, con frecuencia, menos importantes que el oprobio público de fracasar en el cumplimiento de las normas. Lo que menos desea un gobierno es ver impugnado su honor o su integridad ante sus colegas internacionales, especialmente, cuando tiene que hacer frente en público a las pruebas objetivas, aunque a menudo comprometedoras, de que no ha cooperado plenamente en la lucha contra el comercio de estupefacientes. La mayoría de los gobiernos se dan cuenta ahora de que cada año el presidente de Estados Unidos está obligado por ley a hacer esa evaluación pública. Y la mayoría de ellos saben que la índole de la evaluación depende en gran medida de los esfuerzos que hayan realizado durante el año.
Cuestiones
Mundiales
Publicaciones Electrónicas de USIS, Vol. 1,
No. 7, julio de 1996.