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El siguiente es un resumen post scriptum del ensayo de 153 páginas, citado arriba, preparado por el autor y comisionado por el Servicio Informativo y Cultural de Estados Unidos (USIS).Los puntos de vista expresados en este ensayo son los del autor y no reflejan la opinión o las políticas del Servicio Informativo y Cultural de Estados Unidos.
Partes de este ensayo fueron publicadas anteriormente en: "Against Legalization of Drugs," por James A. Inciardi, págs. 139-220 en Legalize It? Debating American Drug Policy, de Arnold S. Trebach y James A. Inciardi, (Washington: American University Press, 1993).
Los argumentos en favor de la legalización se basan aparentemente en la creencia ferviente de que la prohibición en Estados Unidos de la marihuana, la cocaína, la heroína y otras sustancias imponen un costo demasiado grande en términos de dólares de los impuestos, delincuencia y contravenciones de los derechos civiles y libertades individuales. Y aunque el argumento en general sea bien intencionado y parezca bastante lógico, lo encuentro bastante dudoso en su fundamento histórico, sociocultural y empírico y demostrablemente ingenuo en su comprensión de las consecuencias negativas de un mercado de drogas legalizado. Por contrapunto:
1. Aunque las políticas de prohibición de drogas han sido problemáticas, parecería que han logrado mantener las drogas alejadas de la mayoría de la gente. Las encuestas de las escuelas secundarias y de la población en general indican que la mayoría de los estadounidenses no consumen drogas, nunca las han probado siquiera y no saben donde obtenerlas. Por tanto, el número "en riesgo" es espectacularmente menor de lo que es el caso con las drogas lícitas. Dicho de otra manera, existe una población bastante grande que podría estar en riesgo si las drogas ilícitas se encontraran de pronto disponibles.
2. La marihuana, heroína, cocaína, crack y demás no son substancias "benignas". Las consecuencias que tienen para la salud, su acción toxicomanígena y/o uso indebido potencial son considerables.
3. Existen amplias observaciones psicológicas, neurológicas y antropológicas que indican que la gente es una especie que ha sido afinada para el placer. Prácticamente todo el mundo desea y disfruta del placer y la búsqueda de las drogas, bien sea cafeína, nicotina, alcohol, opio, heroína, marihuana o cocaína, parece ser universal e ineludible. Se encuentra en todos los tiempos y todas las culturas. Lo que es más, la historia y la investigación han demostrado que la "disponibilidad crea la demanda".
4. La cocaína crack es especialmente problemática por sus efectos farmacológicos y socioculturales. Debido a que el crack produce éxtasis en sus consumidores pero de corta duración, tiene un potencial toxicomanígeno extremo. Su consumo se convierte rápidamente apremiante. Por tanto, adquirir el crack llega a ser muchísimo más importante que la familia, el trabajo, la responsabilidad social, la salud, los valores, la modestia, la moralidad o el pundonor. Por su composición química el crack es fácil y económico de producir y posiblemente siga siéndolo, no importa cual sea su situación legal. Un beneficio de su actual tipificación es que, como contraviene la ley, no se encuentra ampliamente disponible y poca gente, proporcionalmente, lo consume.
5. Los trabajos de investigación sobre los antecedentes penales de los consumidores de heroína y de otras drogas han documentado en forma convincente que aunque el consumo de drogas tiende a intensificar y perpetuar la conducta delictiva, generalmente no inicia una carrera de delincuencia. De hecho, los estudios indican que la mayoría de los consumidores callejeros de drogas involucrados en delitos, tenía su carrera de delincuencia bien establecida antes de que comenzara el consumo de narcóticos o cocaína.
6. Existe un gran número de trabajos que indican que el uso indebido de drogas es una conducta sobremotivada, es decir, que la dependencia física es secundaria a la amplia gama de influencias que instigan y dominan el consumo y la búsqueda de las drogas. El uso indebido de drogas es un desarreglo de toda la persona, que afecta algunas o todas las funciones. En la gran mayoría de los transgresores toxicómanos existen problemas cognoscitivos, es común la disfunción psicológica, el razonamiento puede ser poco realista o desorganizado, los valores deformados y frecuentemente hay una escasa educación y capacitación para trabajar. Como tal, el uso indebido de drogas es una reacción a una serie de trastornos sociales y psicológicos. Por tanto, el propósito del tratamiento debe ser la "habilitación" y no la "rehabilitación". Mientras que la rehabilitación pone énfasis en el retorno a un tipo de vida conocida previamente o quizá olvidada o rechazada, la habilitación implica la adaptación social inicial del individuo a una forma de vida productiva y responsable.
7. El enfoque de la guerra contra las drogas puede cambiarse. Creo que necesitamos indudablemente hacer cumplir las leyes de drogas, pero se hace demasiado hincapié en ello en la política actual. Hay que pasar parte de esos fondos a programas de tratamiento dentro de la justicia penal.
8. La fiscalización de las drogas debe permanecer dentro del sector de la justicia penal por varias razones muy buenas. El programa Prognosis del Consumo de Drogas (DUF) indica claramente que la mayoría de los arrestados en zonas urbanas tiene que ver con las drogas. Además, investigaciones recientes demuestran no sólo que el tratamiento para la toxicomanía da resultado, sino que el tratamiento obligado es el más efectivo. La variable clave que tiene más relación con el éxito del tratamiento es "el tiempo que el individuo permanece en tratamiento", y los que son forzados a aceptar el tratamiento permanecen en él por un tiempo más prolongado que los voluntarios, y al permanecer por más tiempo se benefician más. Por lo tanto, deben ampliarse los esfuerzos de tratamiento obligatorio para los toxicómanos involucrados en delitos relacionados con las drogas.
9. Puesto que la "guerra contra las drogas" continuará, el empleo del sistema de justicia penal debe estructurarse en forma más humana. Lo cual puede hacerse mejor utilizando el tratamiento en lugar del encarcelamiento y el tratamiento en centros penitenciarios para los que terminan en cárceles o prisiones.
Después de dicho todo lo anterior, ¿Qué hacemos ahora? ¿Es de alguna manera útil seguir debatiendo la legalización de las drogas? La gente, a ambos lados del debate, parece estar agitada y poco dispuesta a hacer concesiones mutuas importantes. El gobierno de Estados Unidos no va a legalizar las drogas pronto, si es que lo hace alguna vez, pero ciertamente no en este siglo. ¿De manera que para qué gastar tanto tiempo, dinero y esfuerzo intelectual y emocional en una empresa quijotesca? Aparte de los aspectos positivos o negativos de la tesis de la legalización, representa un enfoque problemático a un predicamento muy complejo.
Finalmente, hay demasiado sufrimiento infligido por el uso indebido de las drogas que no se atiende. Muchas cosas merecen discutirse, debatirse y analizarse en las escalinatas del Capitolio de Estados Unidos y en el jardín de la Casa Blanca. La posibilidad de tratamiento para un mayor número de toxicómanos, la derogación de la disposición para enjuiciar a toxicómanas embarazadas y prohibir los programas de intercambio de agujas y el empleo más amplio del tratamiento como alternativa a la encarcelación, todo esto merece consideración y cabildeo intensos. Pero no la legalización de las drogas. Es un argumento que no lleva a ninguna parte.
El doctor James A. Inciardi, es profesor y
Director del Centro para Estudios de Estupefacientes y
el
Alcohol en la Universidad de Delaware.
Cuestiones
Mundiales
Publicaciones Electrónicas de USIS, Vol. 1,
No. 7, julio de 1996.