・ica en los medios - cuestiones mundiales


La Noticia en la Era del Dinero

Por Diana B. Henriques
Redactora de Finanzas de The New York Times

Desde principios de los a・s 80, la econom・ estadounidense comenz・a crecer en armon・ con los mercados, creando empleos y riqueza. La autora explora c・o han cubierto los periodistas esta era del dinero y c・o han bregado con sus viejas tentaciones.

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En 1980 trabajaba yo en Nueva Jersey como reportera investigadora en el peri・ico Trenton Times, tratando de desenredar los ・gulos locales del "Abscam", la absurda celada en la que el FBI film・en secreto a miembros del Congreso mientras aceptaban sobornos de agentes encubiertos que se hac・n pasar por ayudantes de un jeque ・abe. Para fines de 1982, yo era una reportera financiera que cubr・ para el Philadelphia Inquirer la crisis de la deuda latinoamericana. El observador de los medios noticiosos Dean Rotbart estimaba que en 1980 hab・ s・o unos pocos miles de periodistas financieros. Cuando su carta noticiosa, TJFR Business News Reporter, hizo su primer conteo en 1988, ・amos alrededor de 4.200 en los cincuenta peri・icos y publicaciones financieras de mayor importancia en Estados Unidos.

Adiestrados para cubrir fuentes pol・icas, est・amos totalmente faltos de preparaci・ para cubrir el legado econ・ico de los a・s 70. Antes de que hubi・amos aprendido de memoria cu・es eran los pa・es miembros de la OPEP, nos cay・encima la "guerra" siguiente: la campa・ del presidente de la Junta de la Reserva Federal, Paul Volcker, para refrenar la inflaci・. Esto exig・ algo nuevo: un vocabulario capaz de explicar el mortal desacuerdo entre las tasas de inter・ que los bancos e instituciones de ahorro y pr・tamo cobraban cuando prestaban o tomaban prestado, una comprensi・ de las relaciones entre riesgo y recompensa, y por lo menos una idea rudimentaria de qui・ regulaba los bancos, las instituciones de ahorro y pr・tamo, los fondos del mercado del dinero y las anualidades de las compa骰as de seguros. No fue nuestra hora m・ gloriosa, para decirlo en t・minos suaves.

El lado brillante de este viaje fren・ico, en el que hubo que aprender en pleno vuelo, fue que cada d・ de trabajo tra・ consigo una nueva oportunidad de estirarse y crecer. Una consecuencia menos satisfactoria de nuestra odisea fue que tenemos que trepar constantemente la pendiente empinada de la curva de aprendizaje. Nuestra ignorancia inicial dificultaba el escepticismo y el an・isis independiente. Y con demasiada frecuencia, antes de que pudi・amos arregl・nosla para producir los art・ulos l・idos, profundamente informados que lo deleitan a uno cuando se llega a la cima de la curva de aprendizaje, entr・amos otra vez en territorio desconocido.

La tecnolog・, m・ que nada, lo que hace es sacudir la embarcaci・ desde la cual tratamos de cubrirla. Ya no somos simples periodistas, algunos de nosotros somos ahora "proveedores de contenido de medios noticiosos m・tiples". En 1980, buscar en los archivos significaba revisar sobres abultados y llenos de fr・iles recortes; hoy, todos los art・ulos est・ a un "click" de distancia. En aquel entonces, la ・ica manera en que yo pod・ despachar un art・ulo desde fuera de la sala de redacci・ era dictarlo desde un tel・ono p・lico a alguien que lo copiara. Hoy, dicto mis art・ulos a un programa que reconoce mi voz y que est・instalado en una computadora port・il, y lo env・ por correo electr・ico, y m・ tarde verifico, a trav・ de mi tel・ono celular, si la mesa de correcciones tiene alguna pregunta que hacer.

En las buenas ocasiones, creo que esta notable bonanza de las noticias financieras ha producido un cuerpo de periodistas financieros de profundidad y alcance sin paralelo, y que la tecnolog・ de hoy simplemente nos faculta a hacer m・, mejor y con m・ rapidez. Pero si los mejores y m・ brillantes son hoy mucho m・ astutos en lo que se refiere a la maquinaria moderna del periodismo financiero, parecen ser mucho m・ ingenuos en lo que se refiere a sus antiguas tentaciones. Los que cubren la "nueva econom・" para los "nuevos medios" parecen sentirse especialmente perplejos ante la idea de por qu・es un problema grave invertir directamente en las industrias acerca de las cuales informan, o aceptar acciones baratas de una oferta p・lica inicial (OPI) ofrecidas por alg・ amigo, o trabajar como consultor para compa骰as tecnol・icas.

Janelle Brown, en un art・ulo concienzudo que prepar・para Salon a mediados de 1999, suger・ que necesitamos reglas ・icas nuevas "lo bastante flexibles como para anticipar nuevos problemas que, con seguridad, surgir・ en esta industria en r・ida marcha, donde las vidas de los periodistas se entrelazan cada vez m・ con la gente de quien escriben y las compa骰as que cubren. ・ todos los periodistas tecnol・icos tienen que aceptar, simplemente, que al unirse al cuerpo de redactores prestan juramento de repudiar las tentaciones de las riquezas tecnol・icas?"

Bueno, s・ Por lo menos, las riquezas que plantean interrogantes acerca de la independencia y credibilidad del reportaje. Un periodista tecnol・ico puede evitar conflictos impropios, si simplemente invierte ・icamente en fondos mutuos muy diversificados. (Por supuesto que en esos fondos puede haber algunas acciones tecnol・icas. Pero alguien, que no es el periodista, decidir・qu・acciones tener y por cu・to tiempo. Y, s・ quienes trabajan para organizaciones que est・ en la Internet tienen un inter・ personal en el sector, tengan o no acciones tecnol・icas; pero, ・or Dios!, eso aparece bien claro en la tarjeta personal).

Despu・ de todo, no se trata de cuestiones de la "nueva econom・". Venderse ha sido una tentaci・ para los periodistas desde los primeros tiempos de la rep・lica. La investigaci・ que hizo el Congreso del colapso del mercado de valores en 1929 sac・a relucir pruebas de que los manipuladores del mercado hab・n pagado a reporteros neoyorkinos para que elogiaran las acciones que ten・n demanda.

En su magn・ica biograf・ de Walter Lippmann, Ronald Steel hace notar que Arthur Krock, el legendario periodista de antes de la Segunda Guerra Mundial, mientras trabajaba para el New York World Telegram en realidad ten・ un segundo empleo como asesor de relaciones p・licas de la firma de Wall Street de Dillon, Read.

Mantener un inter・ personal, no revelado, en cualquier actividad que uno debe cubrir con independencia y objetividad -- ya se trate de un movimiento pol・ico, una obra teatral de Broadway o una acci・ de Internet -- viola los hist・icos conceptos de la ・ica period・tica. Y en cada generaci・ ha habido periodistas sinceros pero errados que cre・n que, en su caso, la situaci・ era distinta.

Uno de ellos, al igual que yo, era un emigrado del periodismo local de Trenton. En 1981 fue a trabajar en el Dow Jones News Service, y en julio de 1982, The Wall Street Journal lo contrat・para ayudar a escribir la influyente columna "Heard on the Street" (Se oy・en la calle).

Se llamaba R. Foster Winans.

Como los j・enes periodistas tecnol・icos de hoy, Winans encontr・que su vida pronto se "entrelaz・ con la gente rica y sagaz que ・ cubr・. Se sent・ disgustado tambi・ por lo magro de la paga que recib・n los periodistas. Del mismo modo, estaba seguro de que pod・ hacer algunas inversiones sin "permitir que mis inversiones alteren de ning・ modo mi juicio en mi labor". Poco despu・ de llegar a The Wall Street Journal, Winans compr・en secreto 400 acciones de una compa骰a peque・ y carente de liquidez, American Surgery Centers, y luego escribi・en t・minos positivos sobre la misma en su columna.

"Yo sab・ que lo que hac・, t・nicamente era anti・ico para un periodista", escribi・en sus memorias Trading Secrets: Seduction and Scandall at The Wall Street Journal (Secretos de Negocios: Seducci・ y Esc・dalo en The Wall Street Journal), que public・St. Martin's Press en 1986. Pero, de alguna manera, razon・que "el problema ・ico era puramente de apariencia... Si nadie lo descubr・, nadie percibir・ un conflicto potencial y, por lo tanto, yo no habr・ hecho nada anti・ico. Era un razonamiento un poquito de c・culo vicioso, pero me hizo salvar el gran obst・ulo".

Pronto, Winans hab・ aceptado informar a un corredor de bolsa sobre las acciones que se mencionar・n en sus columnas de "Heard on the Street", a cambio de una parte de las ganancias. El trato le produjo alrededor de 30.000 d・ares, m・ que lo ganaba en un a・ en The Wall Street Journal. El peri・ico, indignado, inform・el 29 de marzo de 1984 que los reguladores investigaban la estratagema. En junio de 1985 Winans fue declarado culpable de varias acusaciones de fraude por correo y tel・ono; m・ tarde se lo sentenci・a 18 meses de c・cel. El Tribunal Supremo de Estados Unidos confirm・la culpabilidad de Winans en 1987.

Aunque Winans insisti・hasta el final que no hab・ violado ninguna ley, sab・ que lo que les hab・ hecho a sus colegas periodistas. Hab・ "confirmado las sospechas que muchos inversionistas tienen acerca de quienes escriben sobre el mercado de valores: que sacan provecho personal de la informaci・ que reciben. Comprender esto fue para m・un golpe duro".

Al recordarlo luego de 16 a・s, siento todav・ que el asunto Winans puso para m・en agudo relieve todas las temibles tentaciones del periodismo financiero moderno. ・omo podr・ alguien creer que se trataba de situaciones mal definidas? Pero Matt Welch, joven e incisivo cr・ico de los medios noticiosos en la Online Journalism Review, me dijo recientemente que est・convencido de que los pecados de Winans, si fueran cometidos hoy, no provocar・n ni una d・ima parte de la indignaci・ que los medios noticiosos manifestaron en 1984.

Hizo notar Welch que cuando una periodista que acostumbraba recoger los rumores de Silicon Valley (la regi・ de California donde est・ situadas muchas empresas tecnol・icas) acept・acciones baratas de una compa骰a que entraba por primera vez en el mercado y era que propiedad de un magnate local, muchos periodistas supuestamente sensatos, se preguntaron si ella hab・ hecho algo malo. "Los periodistas ve・n que toda esta gente se enriquec・ -- inclusive otros periodistas, cuando lo que dec・n las informaciones en l・ea ten・ alg・ valor", dice. "Y muchos quedaron realmente desorientados".

S・o puedo esperar que Welch est・equivocado. Si no lo est・ no importa cu・ ricos puedan llegar a ser los periodistas j・enes en este gran bazar de las noticias financieras, el propio periodismo se empobrecer・m・ all・de cualquier medida.

Pero supongamos, bajo la influencia de alg・ licor persuasivo, que la mayor・ de nosotros llegaremos hasta el promontorio rocoso del escepticismo inteligente y all・nos pondremos a extraer noticias a perpetuidad, para producir con regularidad cobertura financiera l・ida y realista. Y, adem・, pronostiquemos -- s・ por favor, un poco m・ de ese licor -- que la mayor・ de nosotros lo haremos as・dejando intactos nuestro honor y reputaci・. Aun as・ estar・mos haciendo alusi・ a la clase de gente que somos. Y, en ・timo t・mino, este auge del periodismo financiero no se refiere en realidad a nosotros. Se refiere m・ bien a nuestras relaciones con aqu・los hasta quienes tratamos de llegar -- ya sea que los llamemos lectores, observadores o (Dios no lo permita) "mirones".

All・ en 1980, la mayor・ de los nuevos redactores financieros, instintivamente, y tal vez equivocadamente, enfocaban las noticias financieras locales desde la perspectiva de los trabajadores involucrados -- despu・ de todo, nosotros mismos ・amos trabajadores con una saludable desconfianza en lo que pasaba por ser la gerencia del negocio period・tico. A medida que pasaba vertiginosa la d・ada de los 80, nuestros "lectores" se convirtieron en "consumidores". Y al desenvolverse la d・ada de los 90, esos "consumidores" se convirtieron en "inversionistas". Y hoy, algunos de nosotros les hablamos s・o a los inversionistas que tienen tambi・ m・ems de computadora.

Algo triste ha ocurrido a lo largo del camino: a medida que nuestra audiencia se ha vuelto m・ estrecha, tambi・ nos hemos estrechado nosotros. Las noticias financieras de hoy rara vez pulsan las cuerdas sonoras o los temas exaltantes del gran periodismo. La mayor・ simplemente zumba y chilla, un clarinete alto en contrapunto con una secci・ r・mica de cajas registradoras y cintas de registro de cotizaciones. Los hombres y mujeres que lucharon para explicar la turbulencia econ・ica de los a・s 70 -- las colas en las estaciones de gasolina y las f・ricas cerradas y la aparente erosi・ de la competencia norteamericana -- no escrib・n para los consumidores o inversionistas. Escrib・n para los ciudadanos, para la gente que se interesaba profundamente en c・o se desenvolv・ esta naci・. Una audiencia que seg・ supon・n ten・ preocupaciones que iban mucho m・ all・del desempe・ de su cuenta de retiro individual y de los arreglos de alquiler de su autom・il Jeep Grand Cherokee.

No s・qu・opina usted, pero yo preferir・ escribir otra vez para esa gente. Sospecho que nada de lo que logremos en los a・s por venir en t・minos de competencia e integridad, importar・mucho a menos que lo hagamos.


Diana B. Henriques es autora de dos art・ulos financieros, Fidelity's World: The Secret Life and Public Power of the Mutual Fund Giant (El Mundo de Fidelity: La Vida Secreta y el Poder P・lico del Gigante de los Fondos Mutuos" y The White Sharks of Wall Street: Thomas Mellon Evans and the Original Corporate Raiders. (Los Tiburones Blancos de Wall Street: Thomas Mellon Evans y los Invasores Corporativos Originales).

Reimpreso de Columbia Journalism Review. Noviembre/diciembre de 2000.


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Cuestiones Mundiales, abril 2001 -- Contenido
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