Durante los 15 años pasados, la privatización de La inversión extranjera ha sido aclamada como la fuerza clave en el impulso de la integración que tiene lugar en la economía mundial, en la creación de crecimiento en los mercados en surgimiento del mundo, en el estímulo a la competencia y la innovación en los mercados de los países industrializados y en la transferencia de tecnología y destrezas a través del mundo. Para sus detractores, la inversión extranjera significa que las firmas nacionales se van al extranjero y que se pierden empleos en el propio país.

Actualmente hay centenares de tratados bilaterales de inversión (TBI) que rigen la inversión extranjera. Las cláusulas de esos TBI varían substancialmente de un país a otro, y no alcanzan a resolver una cantidad de cuestiones claves que han surgido al mundializarse la producción.

Este año, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos espera concluir las primeras reglas multilaterales abarcadoras de la inversión internacional. El Acuerdo Multilateral sobre Inversiones (AMI), una vez completado, quedará abierto a la firma de todos los países. El acuerdo persigue darles a los inversionistas mayor protección contra la expropiación y otros actos arbitrarios, establecer procedimientos legales obligatorios de arreglo de disputas en torno a la inversión y crear un conjunto uniforme de reglas referentes a la protección de los inversionistas y acceso al mercado, que al presente no ofrecen los TBI.

Esta edición de "Perspectivas Económicas" examina las nuevas reglas que se proponen para la inversión a nivel mundial, el vínculo entre el comercio y la inversión y los esfuerzos, cada vez más intensos, para eliminar uno de los principales obstáculos a los flujos financieros: el soborno y la corrupción.