UNA NUEVA NORTEAMERICA RELIGIOSA

Por la doctora Diana Eck

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Uno de los principios fundamentales de Estados Unidos es la libertad religiosa y la separaci・ entre la iglesia y el estado. Los pr・eres que fundaron la naci・ consideraban este ideal tan importante que qued・incorporado en la Declaraci・ de Derechos como la Primera Enmienda de la Constituci・ de Estados Unidos. En la ・oca en que se fund・la rep・lica, hace m・ de dos siglos, la mayor・ abrumadora de los norteamericanos eran cristianos. Desde entonces, sin embargo, como lo documenta la doctora Diana Eck -- -- en su reciente libro "Una nueva Norteam・ica religiosa" -- Estados Unidos se ha convertido en la sociedad m・ diversificada del mundo desde el punto de vista religioso, especialmente durante las ・timas tres d・adas.

La doctora Eck es profesora de religi・ comparada y estudios ind・enas en la facultad de artes y ciencias y miembro de la facultad de teolog・ de la Universidad de Harvard. A continuaci・ algunos fragmentos de la introducci・ de su libro.


La enorme c・ula de una mezquita, acompa・da de sus minaretes, se eleva entre los maizales de las afueras de Toledo, en Ohio. Se la puede ver mientras se va en autom・il por la carretera interestatal. Un gran templo hind・ con elefantes esculpidos en relieve en la puerta, se yergue en la falda de una colina en los suburbios del oeste de Nashville, Tenes・ Un templo y monasterio budista camboyano, con un toque del Asia sudoriental en la l・ea de su techado, se sit・ entre las granjas al sur de Minneapolis, Minnesota.

En la suburbana Fremont, en California, las banderas ondean desde las c・ulas doradas de un nuevo gurdwara sij, en Hillside Terrace, ahora rebautizado Gurdwara Road. El panorama religioso de Norteam・ica ha cambiado radicalmente en los ・timos treinta a・s, pero la mayor・ de nosotros todav・ no ha comenzado a apreciar las dimensiones y alcance de ese cambio, tan gradual -- y, sin embargo, tan colosal -- ha sido. Comenz・con la "nueva inmigraci・", estimulada por la Ley de Inmigraci・ y Naturalizaci・ de 1965, a medida que gentes de todas partes del mundo vinieron a Norteam・ica y se convirtieron en ciudadanos. Con ellas llegaron las tradiciones religiosas de todo el mundo -- isl・ica, hind・ budista, ja・a, sij, zoroastriana, africana y afrocaribe・.

La gente de estas vivas tradiciones de fe entr・en los vecindarios norteamericanos, de modo tentativo al principio, con sus altares y oratorios instalados en comercios y edificios de oficinas, s・anos y garages, salas de recreaci・ y guardarropas, casi invisibles para el resto de nosotros. Pero en la ・tima d・ada hemos empezado a sentir su presencia visible. No todos hemos visto la mezquita de Toledo o el templo de Nashville,pero vemos lugares como esos, si prestamos atenci・, incluso en nuestras propias comunidades. Son las se・les arquitect・icas de una nueva Norteam・ica religiosa.

Nos sorprende descubrir que hay en Norteam・ica m・ musulmanes que episcopales, m・ musulmanes que miembros de la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos, y tantos musulmanes como jud・s, es decir, alrededor de seis millones. Nos asombra enterarnos de que Los Angeles es la ciudad budista m・ compleja del mundo, con una poblaci・ budista que cubre toda la gama del mundo budista asi・ico, desde Sri Lanka hasta Corea, junto con una multitud de budistas nacidos en Norteam・ica.

En toda la naci・, esta gama completa de budistas puede estar en los 4 millones de personas. Sabemos que muchos de nuestros m・icos internistas, cirujanos y enfermeros son de origen indio, pero no nos hemos detenido a considerar que tienen tambi・ una vida religiosa, que por las ma・nas podr・n detenerse ante un altar levantado en la sala de estar de sus hogares para orar durante unos minutos, que los fines de semana podr・n llevar frutas y flores al templo local de Siva-Vishn・y que son parte de una variada poblaci・ hind・que supera el mill・ de personas. Estamos muy al tanto de la inmigraci・ latina que llega de M・ico y Am・ica Central, y de la numerosa poblaci・ de habla espa・la de nuestras ciudades y, sin embargo, podemos pasar por alto el efecto profundo que esto tiene en la cristiandad norteamericana, tanto cat・ica como protestante, desde el himnario hasta las festividades.

Los historiadores nos dicen que Norteam・ica ha sido siempre una tierra de muchas religiones, y esto es verdad. En el estilo de vida de los abor・enes ya estaba presente un pluralismo vasto y estructurado, aun antes de que llegaran a estas playas los colonos europeos. La amplia diversidad de las pr・ticas religiosas abor・enes contin・ hoy, desde los Piscataway de Maryland hasta los Pies Negros de Montana. La gente que lleg・desde Europa cruzando el Atl・tico tambi・ ten・ tradiciones religiosas diversas -- cat・icos espa・les y franceses, anglicanos y qu・ueros brit・icos, jud・s y cristianos de la Iglesia Reformada Holandesa.

Como puede verse, esta diversidad se ampli・en el curso de 300 a・s de colonizaci・. Muchos de los africanos que trajo a estas cosas la trata de esclavos eran musulmanes. Los chinos y japoneses que vinieron a buscar fortuna en las minas y campos del oeste trajeron consigo una mezcla de tradiciones budistas, tao・tas y confucianistas. Los jud・s del este de Europa y los cat・icos irlandeses e italianos tambi・ llegaron en grandes n・eros en el siglo XIX. Desde el Mediano Oriente llegaron inmigrantes cristianos y musulmanes. Los punjabis del noroeste de la India arribaron en la primera d・ada del siglo XX. En su mayor・ eran sijs que se establecieron en los valles californianos Central e Imperial, levantaron los primeros gurdwaras de Norteam・ica y se mezclaron con mujeres mexicanas para crear una rica subcultura sij-hispana. Las historias de todos estos pueblos con una parte importante de la historia de la inmigraci・ norteamericana.

Pero los inmigrantes de las ・timas tres d・adas han expandido la diversidad de nuestra vida religiosa de una manera espectacular, exponencial. Han llegado budistas de Tailandia, Vietnam, Camboya, China y Corea; hind・s de la India, Africa Oriental y Trinidad; musulmanes de Indonesia, Bangladesh, Pakist・, el Mediano Oriente y Nigeria; sijs y jainas de la India; y zoroastrianos de la India y de Ir・. Los inmigrantes que proceden de Hait・y Cuba han tra・o consigo tradiciones afrocaribe・s, que fusionan s・bolos e im・enes cat・icas y africanas. De Rusia y Ucrania han llegado nuevos inmigrantes jud・s, y la diversidad interna del juda・mo norteamericano es mayor que nunca antes.

El rostro de la cristiandad norteamericana ha cambiado gracias a las grandes comunidades cat・icas latinoamericanas, filipinas y vietnamitas; los pentecostales chinos, haitianos y brasile・s; los coreanos presbiterianos, los indios Mar Thomas y los coptos egipcios. En cada ciudad del pa・ los tablones de anuncios de las iglesias exhiben los calendarios de reuniones de congregaciones coreanas o latinoamericanas anidadas dentro de las muros de antiguas iglesias urbanas, tanto cat・icas como protestantes.

En los ・timos 30 a・s movimientos masivos de gentes que llegaron como migrantes o refugiados han dado nueva forma a la demograf・ de nuestro mundo. En todo el mundo, los inmigrantes suman m・ de 130 millones, de los cuales 30 millones est・ en Estados Unidos, donde cada a・ llega un mill・ de ellos. La imagen mundial din・ica de nuestra ・oca no consiste en el llamado choque de civilizacioanes, sino en el entremezclarse de civilizaciones y pueblos. As・como el fin de la Guerra Fr・ trajo consigo una nueva situaci・ geopol・ica, los movimientos mundiales de gente han tra・o consigo una nueva realidad georreligiosa. Hind・s, sijs y musulmanes son ahora parte del panorama religioso de Gran Breta・; en Par・ y Lyon aparecen las mezquitas, en Toronto los templos budistas, y en Vancouver los gurdwaras sijs.

Pero en ningun parte, incluso en el mundo actual de migraciones en masa, es la gama de religiones tan amplia como en Estados Unidos. A驕dase a la amplia gama de religiones de la India las de China, Am・ica Latina y Africa. T・ese la diversidad de Gran Breta・ o Canad・ y agr・uese a ella el crescendo de la inmigraci・ latinoamericana junto con la de los vietnamitas, camboyanos y filipinos. Esta es una realidad nueva y asombrosa. Nunca la hemos visto antes.

La nueva era de la inmigraci・ es diferente de las eras anteriores no s・o en magnitud y complejidad, sino tambi・ en su misma din・ica.

Muchos de los inmigrantes que llegan hoy a Estados Unidos mantienen v・culos firmes con sus pa・es de origen, con los que est・ unidos por los viajes y las redes transnacionales de comunicaciones, el correo electr・ico, las comunicaciones telef・icas v・ sat・ite y las noticias que difunde la televisi・ por cable. Pueden vivir tanto aqu・como all・ de todos los modos que han hecho posible las comunicaciones y telecomunicaciones modernas. ・n qu・se convertir・la idea y la perspectiva de Norteam・ica a medida que sus ciudadanos, recientes y de vieja data, acepten toda esta diversidad? Los interrogantes que surgen hoy del encuentro de gentes dea tantas tradiciones religiosas y culturales se refieren a la m・ula misma de c・o nos vemos nosotros mismos como pueblo.

No son interrogantes triviales, porque nos obligan a plantear preguntas de una manera u otra: ・ qui・ nos referimos cuando invocamos las primeras palabras de nuestra Constituci・, "Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos de Am・ica? ・u・queremos significar cuando decimos "nosotros"? Este, por cierto, es una pregunta que se refiere a la ciudadan・, porque tiene que ver con la comunidad que imaginamos y de la cual nos consideramos parte. Es tambi・ una pregunta que se refiere a la fe, porque gente de todas las tradiciones religiosas vive hoy en comunidad con otras religiones diferentes de la suya propia, no s・o en el ・bito mundial sino tambi・ en su mismo vecindario.

"Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos" forma ahora la naci・ m・ profusamente religiosa de la tierra. Entonces, ・acia d・de vamos? Una cosa es despreocuparse del pr・imo musulm・ o budista que vive en el otro extremo del mundo, y otra despreocuparse de los budistas que viven en la casa de al lado; cuando los mejores amigos de nuestros hijos son sus compa・ros de escuela musulmanes, cuando un hind・se presenta candidato a un puesto en la comisi・ escolar, todos nosotros tenemos un inter・ en nuestros vecinos, como ciudadanos y como personas religiosas.

En los albores de un nuevo siglo, a los norteamericanos se nos reta a cumplir con la promesa de libertad religiosa que es tan fundamental para la misma idea e imagen de Norteam・ica. La libertad religiosa siempre ha dado origen a la diversidad religiosa, y nunca ha sido nuestra diversidad m・ espectacular que lo que es hoy. Esto requerir・de nosotros recuperar el significado m・ profundo de los mismos principios que atesoramos y crear una sociedad norteamericana verdaderamente pluralista en la cual esta gran diversidad no sea simplemente tolerada, sino que se convierta en la misma fuente de nuestra fuerza. Pero para hacer esto, todos necesitaremos saber m・ uno de otro y escuchar los nuevos modos en que los nuevos norteamericanos articulan el "nosotros" y contribuyen al sonido y el esp・itu de Norteam・ica.

Los creadores de la Constituci・ y la Declaraci・ de Derechos no pudieron, posiblemente, haber previsto el alcance de la diversidad religiosa en Norteam・ica a principios del siglo XXI. Cuando escribieron las primeras palabras de la Primera Enmienda, "El Congreso no legislar・respecto del establecimiento de una religi・ o la prohibici・ del libre ejercicio de la misma", no ten・n presente, fuera de toda duda, el budismo o la tradici・ de la santer・ caribe・. Pero los principios que formularon -- el "no establecer" ninguna religi・ y el "libre ejercicio" de todas las religiones -- han provisto un rumbo firme durante los ・timos dos siglos, a medida que se ha ido expandiendo nuestra diversidad religiosa. Despu・ de todo, la libertad religiosa es el origen de la diversidad religiosa. Ambas van inextricablemente unidas. Paso a paso, comenzamos a reclamar y afirmar lo que los creadores de la Constituci・ no imaginaron, aunque s・nos equiparon para que lo adopt・amos.

La religi・ nunca es un producto terminado, empacado, entregado y transmitido intacto de generaci・ en generaci・. En todas las tradiciones religiosas hay algunos que piensan en su religi・ de esa manera, insistiendo en que todo est・contenido en los textos, doctrinas y rituales sagrados que ellos mismos conocen y veneran. Pero hasta la m・ sucinta recorrida por la historia prueba que est・ equivocados. Nuestras tradiciones religiosas son din・icas, no est・icas, cambiantes, no fijas, m・ bien como r・s que como monumentos. La historia de la religi・ es un proceso continuo.

Norteam・ica es hoy un lugar entusiasmante donde estudiar la historia din・ica de la fe viva, mientras el budismo se convierte en una religi・ distintivamente norteamericana y cristianos y jud・s se encuentran con budistas y formulan nuevamente su fe a la luz de ese encuentro o, tal vez, llegan a comprenderse a s・mismos como partes de ambas tradiciones. Los mismos humanistas, los mismos que no profesan una religi・ definida, los mismos ateos tienen que volver a pensar en sus concepciones del mundo en el contexto de una realidad religiosa m・ compleja. Al entrar en el cuadro los polite・tas hind・s y los budistas que prescinden de cualquier dios, los ateos pueden tener que ser m・ espec・icos en lo que toca a la clase de "dios" en el que no creen.

Tal como nuestras tradiciones religiosas son din・icas, as・es la idea misma de Norteam・ica. El lema de la rep・lica, e pluribus unum (de muchos, uno), no es un hecho consumado sino un ideal que los norteamericanos deben seguir profesando. La historia de los muchos pueblos de Norteam・ica y la creaci・ de una naci・ es una historia inconclusa en la cual continuamente cobran vida los ideales formulados en la Declaraci・ de Independencia y la Constituci・. Nuestro pluribus es m・ impresionante que nunca -- nuestras razas y rostros, nuestra m・ica de jazz y qawwali, nuestros tambores haitianos y tablas bengal・s, nuestras danzas hip-hop y bhangra, nuestros mariachis y gamelanes, nuestros minaretes isl・icos y nuestras torres de los templos hind・s, nuestras agujas de los templos mormones y las c・ulas doradas de los gurdwaras.

Entre esta pluralidad, la expresi・ de nuestro unum, de nuestra unidad, requerir・muchas voces nuevas, cada una contribuyendo a su manera, como las voces de los sijs que se har・ o・ para proclamar la "verdad evidente" de la igualdad humana, no s・o porque est・escrita en la Declaraci・ de Independencia sino tambi・ porque es parte de las ense・nzas del gur・Nanak y un principio de su fe sij. O・ las nuevas maneras de dar expresi・ a la idea de Norteam・ica es el reto que encaramos hoy.

Al entrar en un nuevo milenio, los norteamericanos est・ en el proceso de descubrir de nuevo qui・es somos "nosotros". Cada parte del cuadro compuesto de una nueva Norteam・ica religiosa puede parecer peque・, pero cada contribuye a pintar un nuevo autorretrato de Norteam・ica. Una palabra puede significar un cambio en la conciencia. Por ejemplo, a medida que los musulmanes se vuelven m・ numerosos y visibles en la sociedad norteamericana, los funcionarios p・licos han comenzado a cambiar de hablar de "iglesias y sinagogas" a hablar de "iglesias, sinagogas y mezquitas".

La observancia anual del Ramad・, el mes del ayuno musulm・, ahora es objeto de atenci・ p・lica y se convierte en ocasi・ para que el Dallas Morning News o el Minneapolis Star Tribune publiquen fotos de sus vecinos musulmanes. Las comidas que rompen el ayuno al fin de cada d・, llamadas iftar, se han convertido en momentos de reconocimiento. A fines de la d・ada de los 90 el personal musulm・ del Congreso, el Pent・ono y el Departamento de Estado se reuni・para celebrar el iftar. En 1996 la Casa Blanca fue anfitriona de la primera celebraci・ del Eid al-Fitr, al final del mes de Ramad・, pr・tica que ha continuado despu・. El mismo a・ la armada de Estados Unidos tuvo su primer capell・ musulm・, el teniente M. Malak Abd al-Muta' Ali Noel, y en 1998 se abri・la primera mezquita de la armada en la base naval de Norfolk, en Virginia, donde hab・ sido destacado el teniente Noel. Cuando 50 marineros asisten a las plegarias de los viernes en esta mezquita, nos indican a todos nosotros una nueva era en la vida religiosa norteamericana.

Tambi・ los hind・s han comenzado a se・lar su presencia en Norteam・ica. Por ejemplo, el 14 de septiembre de 2000, Shri Venkatachalapathi Samudrala, sacerdote del templo de Siva Vishn・del Gran Cleveland en Parma, Ohio, abri・una sesi・ de la C・ara de Representantes de Estados Unidos como capell・ del cuerpo ese d・. Or・en hindi y en ingl・ y cerr・su plegaria con un himno s・scrito, todo lo cual qued・registrado en el sitio que el templo tiene en la Web. La ocasi・ fue la visita del primer ministro indio a Estados Unidos, pero el mensaje m・ general fue, a todas luces, que Ohio tambi・ tiene sus hind・s, como todos los dem・ estados de la Uni・. Como norteamericanos, es necesario que veamos estas se・les de una nueva Norteam・ica religiosa y comencemos a pensar de nuevo en nosotros en t・minos de esas se・les.

El floreciente movimiento interconfesional norteamericano nos provee otro conjunto de se・les acerca de lo que pasa hoy en Norteam・ica a medida que gentes de diferentes tradiciones religiosas empiezan a cooperar de maneras concretas. Un ejemplo resulta interesante, porque lo encabezaron los budistas. En la primavera de 1998, desde la impresionante Pagoda de la Paz, que se levanta sobre una colina de arces en la zona rural de Leverett, Massachusetts, una comunidad de peregrinos budistas inici・la Peregrinaci・ Interconfesional de la Ruta de los Barcos Negreros. Junto con "peregrinos" de todas las razas y religiones, caminaron entre 22 y 30 kil・etros diarios para visitar lugares vinculados a la esclavitud, todo a lo largo de la costa, desde Boston hasta Nueva Orle・s. Desde all・ algunos siguieron el viaje por mar hasta la costa occidental de Africa.

La comunidad budista que patrocin・la caminata, un grupo llamado Nipponzan Myohoji, era peque・ en tama・ pero, como los qu・ueros, extendi・su liderazgo mucho m・ all・de su n・ero. No fue la primera vez que este grupo camin・en pro de la armon・ racial y religiosa. Hab・ viajado tambi・ de Auschwitz a Hiroshima para recordarle al mundo las atrocidades de los campos de concentraci・ y la bomba at・ica. A nivel local, este grupo camina cada a・ tres d・s desde su pagoda, en la cima de una colina, hasta la zona c・trica de la ciudad de Springfield, Massachusetts, para observar el segundo tercio de junio, la celebraci・ anual de la liberaci・ de los esclavos negros. En cada caso, los participantes caminan para recordarnos al resto de nosotros nuestros compromisos m・ hondos.

Percibir la nueva Norteam・ica del siglo XXI requiere un salto de la imaginaci・. Significa ver el panorama religioso de Norteam・ica, de uno a otro mar, en toda su bella complejidad.


Tomado del libro Una Nueva Norteam・ica Religiosa, de Diana L. Eck, publicado por HarperSanFrancisco, divisi・ de HarperCollinsPublishers, Inc. Copyright © de Diana L. Eck. Reservados todos los derechos.

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