Durante más de un siglo, la política estadounidense ha estado dominada por dos partidos, el Demócrata y el Republicano. En este artículo el redactor colaborador David Pitts explica la razón para ello y evalúa las posibilidades del tercer partido contemporáneo, dentro de un contexto histórico.
Los partidos políticos no fueron parte de las consideraciones de los padres de la patria estadounidense, sin embargo, gradualmente fueron arraigándose a medida que creció el electorado. Para finales de la década de 1820, dos partidos políticos, el de los demócratas y el de los Whigs, dominaban la escena política de Estados Unidos.
Durante la década de 1850, un tercer partido, el de los republicanos, adquirió amplia popularidad por su oposición a la esclavitud. Pero el sistema de dos partidos persistió porque los republicanos sustituyeron a los whigs. El último presidente del partido Whig fue Zachary Taylor, elegido en 1848. Al Partido Republicano le tomó sólo seis años llevar su candidato a la Casa Blanca, Abraham Lincoln, el primer presidente republicano, quien asumió su cargo en 1861.
Desde 1852 los presidentes estadounidenses han sido republicanos o demócratas. Estos dos partidos continúan dominando el sistema político del país, lo que contrasta con la mayoría de las otras democracias del mundo que las mantienen partidos múltiples.
La elección presidencial de este año no es una excepción. Los demócratas, que una vez más escogieron a Bill Clinton como su candidato, y los republicanos, que designaron a Bob Dole, dominarán la campaña.
Sin embargo, este año hay un tercero, posiblemente con fuerza importante, el Partido de la Reforma, cuyo candidato presidencial es el empresario multimillonario Ross Perot. Aunque hoy en día este partido y su candidato atraen considerable atención de los medios de información, los esfuerzos de los terceros partidos han logrado poco éxito en Estados Unidos.
Los observadores extranjeros que se preguntan cuál es la razón para ello, encontrarán la respuesta en la historia estadounidense y en la índole de su sistema político. Stephen Rockwood, autor de American Third Parties Since the Civil War (Los terceros partidos políticos desde la Guerra Civil) ofrece varias explicaciones para este fenómeno:
Aunque hay un buen número de terceros partidos en Estados Unidos, desde el Partido Comunista Estadounidense, en la extrema izquierda, hasta los numerosos partidos en la extrema derecha, pasando por unos cuantos centristas; pocos, sin embargo, han ejercido influencia política importante.
Desde la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, se han presentado sólo cuatro contendores presidenciales de terceros partidos dignos de atención:
En 1992 Perot se postuló con poca organización de partido, lo que no sucede este año, ya que ahora cuenta con la organización nacional creada por el Partido de la Reforma. Según su portavoz, Sharon Holman, el partido está "preparándose definitivamente para el largo trayecto", con la intención de ser un tercer partido permanente y viable en Estados Unidos.
Cualquiera que sea el efecto que el Partido de la Reforma y su candidato puedan tener en las elecciones presidenciales de este año --actualmente las encuestas muestran que Perot tendrá menos éxito que en 1992-- en lo que se refiere a la elección de miembros del Congreso de Estados Unidos, su efecto será insignificante.
Históricamente, los terceros partidos han sido de poca importancia en las elecciones para el Congreso. Sólo los dos partidos principales tienen los recursos para hacer campaña en todos los distritos parlamentarios del país, lo que es improbable que cambie. Actualmente hay solamente un miembro independiente en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Bernard Sanders, socialista por Vermont. No hay independientes ni miembros de terceros partidos en el Senado.
Aunque Perot hubiese ganado la presidencia en 1992, se habría encontrado con un Congreso casi totalmente integrado por legisladores de los partidos Republicano y Demócrata. Holman, la portavoz, dice que el Partido de la Reforma querría disputar el dominio bipartidista del Congreso, así como el de la presidencia, pero no tiene los recursos para hacer ambas cosas en 1996.
Por consiguiente, el Partido de la Reforma se concentrará en la candidatura presidencial y se limitará a darle su respaldo a "los candidatos, demócratas o republicanos, que hagan suyos los principios del Partido de la Reforma y firmen la promesa de no hacer una campaña negativa", explica Holman. Pero el partido "se propone postular sus propios candidatos al Congreso, así como a la presidencia, en elecciones nacionales futuras", agrega.
Sin embargo, los observadores consideran que al Partido de la Reforma le espera un camino sumamente difícil, si la historia sirve como guía.
"La mayoría de los terceros partidos tiende a florecer durante un solo período electoral y luego muere, languidece o se integra a uno de los partidos principales", dice John Bibby, historiador político de la Universidad de Wiscosin. Es dudoso que las elecciones de 1996 contradigan esa apreciación.
Temas de la
Democracia
Publicaciones Electrónicas de USIS, Vol.
1, No. 13, septiembre de 1996.