La celebración de elecciones honestas y sin dificultades requiere mucho trabajo y preparación. El reportero político Jim Morrill, del diario The Charlotte Observer describe la manera en que un condado de Carolina del Norte se prepara para las elecciones.
Incluso después de 26 años de organizar las elecciones del condado de Mecklenburg, Bill Culp todavía se inquieta con nerviosa energía antes de cada comicio. Raramente duerme durante la noche anterior. Llega a su oficina a las 5:30 de la mañana e ingiere un desayuno ritual de tocino, huevos y sémola. Luego dedica unos pocos minutos a una entrevista de radio o televisión.
Finalmente, a las 6:30, se abren los locales de votación y los electores comienzan a depositar sus votos, y la jornada de Bill Culp comienza en serio.
Para Culp y millones de otros estadounidenses en todo el país, el día de las elecciones representa el impulso final en la larga maratón de la democracia. Y no son sólo los candidatos quienes corren fuerte hacia la línea de llegada.
Los partidos políticos, los voluntarios de la campaña y los consultores bien pagados desempeñan sus papeles en la venta de los candidatos a los votantes. Pero cuando los votantes finalmente acuden a las urnas, depende de los funcionarios electorales que sus votos sean emitidos y contados eficiente y honestamente.
En el corazón de esa tarea hay personas como Bill Culp. A los 53 años ha desempeñado la tarea durante más de la mitad de su vida. Es el director de elecciones del condado de Mecklenburg, donde residen casi 600.000 personas y en el cual se encuentra Charlotte, la ciudad más grande de Carolina del Norte. Su personal está compuesto por 14 empleados de jornada completa.
Culp, ex maestro de historia en la escuela secundaria y veterano de la guerra de Vietnam, muestra una calvicie incipiente, sonríe fácilmente y tiene un entusiasmo inquebrantable en su papel en el proceso democrático.
"Veo mi papel básicamente como una persona en un cargo de confianza", explica. "Creo que uno tiene que tener la confianza del público y la confianza de los candidatos. Hay mucha desconfianza en el mundo de la política".
Culp ha visto el mundo de la política más allá de los límites del condado. Este año viajó a Jordania invitado por el Departamento de Estado para asesorar a los funcionarios electorales en ese país, y aprovechó la oportunidad para visitar Israel durante sus elecciones a comienzos de este año. Por otro lado, ha recibido la visita de delegaciones de funcionarios electorales, gubernamentales y periodistas de países como Chile, Austria, Panamá y Nueva Zelandia.
Culp dice que en sus reuniones con extranjeros ha aprendido que los ciudadanos de democracias multipartidistas con frecuencia se sienten intrigados por el sistema de dos partidos de Estados Unidos. Les causan curiosidad los reglamentos electorales que cambian de estado en estado. Se sienten "completamente abrumados" por la prominencia de la función que desempeña la prensa en las elecciones estadounidenses. Y simplemente les interesa conocer la manera en que funcionan las elecciones en Estados Unidos.
El condado de Mecklenburg ofrece un buen ejemplo de la manera en que funciona el sistema estadounidense a nivel local. El condado está dividido en 160 precintos. Cada precinto tiene un lugar de votación en una iglesia, escuela o centro vecinal. El día antes de las elecciones, los funcionarios reparten 975 máquinas electrónicas de votar, distribuidas conforme a la población y concurrencia típica a las urnas del precinto.
En la mañana de las elecciones, un ejército de 1.000 personas se moviliza para manejar el electorado potencial de 365.000 votantes. Entre ellas se cuenta gente como Richard Mills de 38 años, obrero de construcción especializado en la colocación de techos quien actúa como juez de precinto en su distrito del sur de Charlotte. Al igual que otros jueces, Richard supervisa a un puñado de ayudantes, incluso un juez demócrata y otro republicano.
Los jueces de precinto, escogidos por los partidos y por la junta electoral del condado, aseguran que los ciudadanos que votan hayan sido registrados apropiadamente y que reciban la boleta correcta para su distrito electoral en particular.
"Vale la pena asegurarse de que la gente esté allí para votar... para asegurar que las cosas marchen sin dificultades", dice Mills, a quien se le pagan 160 dólares por una jornada de 15 horas.
Asegurar que las cosas marchen sin inconvenientes es la tarea de un cuerpo de 30 empleados en las oficinas electorales centrales. Durante todo el día responden a llamadas de votantes y de funcionarios en el terreno de las elecciones.
También se encuentran de servicio allí tres miembros de la junta electoral del condado, los cuales supervisan las operaciones, resuelven disputas y presiden la apertura de los votos de votantes ausentes, emitidos con antelación por aquéllos que se encuentran fuera del distrito el día de las elecciones. A diferencia de Culp y su personal, que son esencialmente empleados de carrera del gobierno local, los tres miembros de la junta electoral son designados políticos por dos años. Debido a que Carolina del Norte tiene ahora un gobernador demócrata, dos de los tres miembros son demócratas. Pero la condición partidaria raramente tiene importancia en la supervisión de una elección.
"Somos afortunados en el condado de Mecklenburg... al haber tenido constantemente juntas dispuestas a poner el bien de la comunidad por delante de la política partidista", dice Billy Miller, el único republicano en la junta.
Durante todo el día de las elecciones, mientras los trabajadores de la campaña instan a los votantes para que vayan a las urnas, Culp se dedica a resolver problemas. Visita los precintos en su Ford Bronco verde, inspeccionando sus tropas y asegurándose de que no haya violaciones de los reglamentos. Por ejemplo, está prohibido hacer campaña política a menos de una distancia de 15 metros del lugar de votación.
Los puestos de votación cierran a las 7:30 de la noche. Richard Mills y los otros jueces de precinto retiran de cada máquina de votación un cartucho en el que cada voto ha quedado inscrito electrónicamente. Los cartuchos se colocan bajo llave en una bolsa especial y se entregan a la oficina electoral, donde los votos son contados por computadora. Los resultados se anuncian de inmediato, y hoy en día se colocan en la sección que la oficina electoral tiene en la Internet.
Rituales similares tienen lugar en los otros 99 condados de Carolina del Norte y en los estados a través del país. Para Culp, quien supervisa dos o tres jornadas electorales cada año (elecciones estatales y nacionales en los años pares y elecciones municipales en los años impares), el cierre de las urnas señala una pausa más que el fin del proceso electoral.
El registro de votantes es un proceso continuo, como también lo es el reclutamiento y entrenamiento de trabajadores temporales para el día de las elecciones. Culp dedica una considerable cantidad de tiempo a educar al público sobre las elecciones, hablando regularmente en escuelas y ante grupos cívicos.
Al igual que Culp, miles de estadounidenses trabajan esforzadamente para hacer funcionar el motor de la democracia. Aseguran que los votos se emitan y se cuenten. Los candidatos bombardean las ondas de radio y televisión con argumentos para que la gente vote por ellos y en contra de sus rivales. Los diarios y las estaciones de radio y televisión hacen todo lo posible para informar a los votantes de lo que dicen los candidatos, y cuánto de eso pueden creer.
Pero con todos sus esfuerzos, no pueden forzar a la gente a votar.
Con frecuencia la concurrencia de votantes es desconsoladora. Hace tres años, por ejemplo, menos del 7 por ciento de los votantes de Charlotte acudió a las urnas para las elecciones primarias municipales. En mayo último, apenas el 19 por ciento de los votantes registrados participaron en las elecciones primarias presidenciales, en parte quizás porque para ese entonces Bob Dole ya se había asegurado la candidatura presidencial republicana y Bill Clinton no tenía oposición en el Partido Demócrata.
"Me siento un poco desilusionado de que la gente no parezca tomarlo más positivamente aquí", dice Culp. "La gente está un poco cansada". Observó que en Israel y en Jordania la gente se emociona con la oportunidad de emitir el voto.
"Parecemos estar un poco hastiados. En alguna medida hemos perdido nuestro asombro por todo el proceso de elegir a nuestros gobernantes"'
Temas de la
Democracia
Publicaciones Electrónicas de USIS, Vol.
1, No. 13, septiembre de 1996.