Alice V. Rivlin fue nombrada vicepresidenta de la Junta de Gobernadores del Sistema de Reserva Federal de Estados Unidos en junio de 1996. De 1992 a 1996, se desempeñó como vicedirectora, y luego como directora, de la Oficina de Administración y Presupuesto de la Casa Blanca. Ha ocupado otros puestos a nivel de gabinete y de 1975 a 1983 fue directora de la Oficina Congresional del Presupuesto. En 1992 publicó el libro Reviving the American Dream (Revivir el Ideal Norteamericano), en donde pide la devolución a los gobiernos estatales y locales de muchas de las responsabilidades y tareas que ha asumido el gobierno federal durante los 60 años anteriores. El editor colaborador Warner Rose le pidió a Alice Rivlin que discutiera algunas de las ideas que expuso en su libro. Fotografía de la Junta de Gobernadores del Sistema de la Reserva Federal.
Pregunta: Desde la década de 1930 el gobierno federal ha asumido responsabilidades y tareas importantes que anteriormente se les dejaban a los estados y las localidades. En su libro "Reviving the American Dream", usted dice que es hora de comenzar a devolver esas responsabilidades; ¿puede usted explicar esta propuesta?
Rivlin: La tesis fundamental del libro es la de que necesitamos una división de tareas más clara entre el gobierno central y los estados y localidades, en parte, para aclarar en las mentes de los ciudadanos dónde recae la responsabilidad y qué nivel de gobierno deberían hacer responsable. Eso se ha vuelto muy confuso en la mente del público, porque muchos de los poderes se han ido desplazando hacia Washington.
De manera que ayudaría al funcionamiento de la democracia aclarar dónde recae la responsabilidad. Entonces, la pregunta es la siguiente: ¿Qué debe hacer el gobierno federal y qué cosas se harían mejor localmente o a nivel estatal?. Para que sean efectivas, ciertas cosas tienen que hacerse a nivel federal. Obviamente, cualquier cosa que involucre a toda la nación frente al resto del mundo, tales como la defensa y los asuntos exteriores, debe hacerla el gobierno federal, de la misma manera que las cosas que cruzan de manera evidente las fronteras estatales, como los problemas de la contaminación del aire, por ejemplo, no puede controlarlas un estado individual.
Pero hay funciones públicas que, probablemente, se desenvuelven mejor cuando los ciudadanos pueden ver realmente lo que ocurre y adaptar el servicio a sus necesidades particulares dentro de la comunidad. Un ejemplo es la educación. Existe la percepción de que las escuelas no funcionan bien a menos que los ciudadanos locales se involucren realmente, en su condición de padres, con la escuela misma, en colaboración con los maestros y con toda la comunidad para contar con una buena escuela. Y no hay ningún plan que funcione por igual en todas partes.
Por cierto que yo no argumentaría que el gobierno federal no tiene ningún papel que desempeñar en la educación, especialmente en la educación superior. Pero, ¿cuál debería ser esa función? El gobierno nacional puede participar mediante el establecimiento de normas o al alentar el esfuerzo de la comunidad, pero la responsabilidad tiene que recaer, de modo claro, a nivel de la comunidad.
La gente no puede decir: "Bueno, eso no es problema nuestro. En Washington lo arreglarán. Deberíamos pedirles que redacten una ley mejor". No veo que eso pueda cambiar realmente lo que ocurre en las comunidades locales y sus escuelas.
Obviamente, no hay aquí una línea de separación definida, pero los servicios que es necesario adaptar a lo que la comunidad necesita, y en los cuales la participación comunitaria y la responsabilidad de los administradores ante la comunidad local son importantes, me parece que son candidatos a que se los maneje a nivel local o estatal.
Pregunta: ¿Cuáles son algunas funciones en las que el gobierno federal, de modo exitoso, le ha transferido más responsabilidad a los estados?
Rivlin: Digamos, la vivienda, por ejemplo. En el período que siguió a la Segunda Guerra Mundial notamos que había un problema serio con respecto a la calidad de la vivienda para la gente de bajos ingresos. El gobierno federal asumió la tarea de construir vivienda pública para la gente de bajos ingresos sobre una base equitativamente uniforme en todo el país, en grandes edificios de vivienda pública. Creo que ahora se percibe que eso no fue una idea muy buena.
No dio resultado, y no dio resultado en parte porque se la impuso desde fuera de la comunidad y no se integró en la comunidad misma. Ahora bien, no se trata de que en las comunidades pobres no sean necesarios algunos recursos externos. Sí son necesarios. Pero la percepción más esperanzadora, creo yo, es la de que las comunidades pueden unirse y mejorar sus vecindarios y levantar viviendas para gente de bajos ingresos que interfieran y sobresalgan menos, desparramadas en zonas de ingresos mixtos, de modo que no se segregue a la gente de bajos ingresos haciéndola a un lado en grandes proyectos federales de vivienda. Creo que ese es un ejemplo muy claro de algo que el gobierno federal trató de hacer y no dio muy buenos resultados.
La policía es, probablemente, otro ejemplo. A los norteamericanos les preocupa mucho el crimen, particularmente en los sectores centrales y dilapidados de las grandes ciudades, y eso ha recibido mucha publicidad en todo el mundo. Los esfuerzos más exitosos en el combate contra el crimen han sido lo que se conoce como "policía comunitaria", en la que las autoridades locales de ejecución de la ley han vuelto a los vecindarios en autos de patrulla y a pie, y viven y trabajan en los barrios locales.
Pregunta: ¿Qué ocurre con las reglamentaciones y disposiciones federales, mediante las cuales el gobierno federal les requiere a los gobiernos locales que hagan ciertas cosas, lo cual resulta en ocasiones bastante costoso e interfiere mucho? Quienes las apoyan, dicen que las disposiciones son necesarias, o de lo contrario el estado o las comunidades locales podrían decidir simplemente dejar que las injusticias se enconen. ¿Cómo podría encararse este asunto?
Rivlin: En un país grande como Estados Unidos, con una población tan variada, hay que reconocer que siempre hay tensiones entre los deseos de autonomía de los ciudadanos locales y el sentimiento de que hay algunos valores nacionales que tienen que acatarse en todas partes.
Hemos logrado mucho progreso al definir estos valores, creo yo, en las últimas décadas. Uno de estos valores ha sido la igualdad racial y de sexo, cuya aplicación se efectúa a nivel nacional. No propongo que arrojemos por la borda la Constitución o que regresemos a una situación en la que no había derechos civiles que fueran uniformes en todo el país. Hablo de cómo conseguir servicios que den resultado y que respondan a los deseos de los ciudadanos locales. ¿Pueden controlarse todos ellos desde el nivel nacional, o funcionarían mejor si se dividiera la lista y hubiera algunas cosas que fueran de manera clara la responsabilidad del grupo local? Si la gente a nivel local sintiese que no consigue los servicios que necesita o que se pisotean sus derechos, tiene también la democracia y la autoridad para sacar de sus puestos mediante el voto a aquéllos que no proveen los servicios.
Pregunta: ¿Qué ocurre con la desigualdad de recursos entre los diferentes gobiernos estatales y locales?
Rivlin: Existe el problema de los recursos desiguales. Creo que en cualquier país hay que lidiar con eso, pero, por cierto, si se propone alguna reducción de la responsabilidad central, se tiene que lidiar con la cuestión de cómo pueden distribuirse más equitativamente los recursos a través de las distintas jurisdicciones.
La propuesta que he presentado es una variante de lo que hemos llamado "compartir ingresos". Habría algunos impuestos que serían comunes a todos los estados, en el sentido de tasas comunes, pero que luego se repartirían entre las jurisdicciones sobre una base redistributiva, de modo que las jurisdicciones más pobres recibiesen más en términos relativos. Un impuesto a las ventas de algún tipo sería algo cuya imposición uniforme en todos los estados resultaría natural. Casi todos los estados tienen un impuesto a las ventas, pero a tasas diferentes, y eso significa que hay cierta competencia en la frontera: El estado con el impuesto más bajo tiende a atraer compradores potenciales del otro lado de la frontera.
Pregunta: ¿Pueden operar los sistemas de esa clase?
Rivlin: Seguro que sí. Los alemanes lo hacen. Tienen un impuesto nacional al valor agregado que los estados comparten sobre una base redistributiva. Y nosotros, desde luego, tenemos subsidios redistributivos que otorga el gobierno central con dinero de los impuestos federales.
Pregunta: Pero, ¿los estados no compiten naturalmente entre sí?
Rivlin: Bueno, creo que la competencia entre los estados no es algo malo, pero lo que a uno le gustaría ver es que los estados compitan entre sí por la excelencia de sus escuelas o la excelencia de las carreteras, más bien que por el nivel bajo de sus impuestos.
Pregunta: ¿Qué ocurre cuando los gobiernos locales simplemente fracasan, como sucede cuando van a la quiebra?
Rivlin: En Estados Unidos, los gobiernos locales son criaturas de los estados, de modo que los estados son los que realmente tienen que lidiar con eso. Por supuesto, si se trata de una ciudad grande - - como Nueva York --, se convierte en un problema nacional.
Pregunta: ¿Qué ocurre cuando el gobierno federal no desempeña su función? Por ejemplo, California demandó al gobierno federal en torno a ciertos costos causados por la inmigración ilegal, con el argumento de que el gobierno federal no aplicaba las leyes nacionales de inmigración.?
Rivlin: Esa es una cuestión que deben resolver los tribunales. Por cierto, las políticas nacionales tales como los cambios en las leyes de inmigración afectan a los estados de modo diferente, según dónde estén situados. Debido a que hay tantos inmigrantes recientes en los estados de la costa, particularmente en la Florida y California, el impacto de cualquier cambio en la política inmigratoria o en otras políticas afectará a esos estados con más intensidad.
Pregunta: En su libro, usted citó, entre las tareas de las que debería ocuparse el gobierno federal, el programa de pensiones a los ancianos, el Seguro Social y el cuidado de la salud. Usted se mostró a favor de mantener bajos los costos del cuidado de la salud y hacer que ese cuidado estuviera disponible para todos. ¿Sigue siendo de esa opinión?
Rivlin: Las pensiones a los ancianos son un ejemplo muy bueno de algo que funciona muy bien a nivel nacional, y casi nadie pensaría en devolvérselas a los estados. No resultaría eficiente, y causaría mucha confusión, dado que somos una sociedad bastante móvil y una persona puede trabajar en diferentes partes del país.
El cuidado de la salud es un tema más difícil. Al contrario de muchos otros países, nunca tuvimos aquí un sistema nacional de seguro de salud. Cuando yo escribía el libro, había un debate nacional serio en torno a si deberíamos contar con uno de esos sistemas. Desde entonces, el debate se ha movido al otro lado, más bien en dirección de devolver a los estados la responsabilidad del cuidado de la salud, particularmente la salud de las familias de bajos ingresos.
Pregunta: ¿Deberían adoptar el federalismo los gobiernos que actualmente pasan de un sistema autoritario a otro democrático?
Rivlin: Creo que el federalismo es un sistema muy difícil, en el sentido de que siempre hay tensión entre el centro y los estados federados. El poder tiende a ir de uno a otros. Es mi opinión que nos apartamos de rumbo no necesariamente porque le hayamos dado mucho poder al gobierno federal, sino que porque lo hicimos de una manera que hizo que a los ciudadanos les resultase poco claro cómo podían mejorar los servicios que necesitaban, ya que la responsabilidad se dividió de ese modo entre tres capas de gobierno, local, estatal y federal.
Pregunta: ¿Cuál es la situación del movimiento dirigido a darles a los gobiernos estatales y locales un participación mayor de la responsabilidad?
Rivlin: Creo que el gran dilema consiste en que la mayoría de las funciones que son de modo muy claro nacionales, tales como la defensa y los asuntos exteriores -- aunque también el control de la macroeconomía -- ahora andan muy bien en Estados Unidos. Tenemos una economía próspera, tenemos empleo alto, no nos amenaza, como nación, ninguna potencia exterior. De modo que la gente no se preocupa terriblemente por esas cosas.
Lo que a la gente le preocupa es lo que ocurre en su vecindario local. Le preocupa el crimen; le preocupa la educación; le preocupa la vivienda; y al gobierno federal le resulta muy difícil encontrar la manera de responder a esas preocupaciones.
Por un lado, la gente quiere sentir que a sus líderes nacionales les preocupa lo que es importante para ella. Pero fuera de expresar preocupación, no está muy claro lo que pueden hacer los líderes nacionales para ayudar de una manera que realmente signifique una diferencia, porque la mayoría de esas cosas tienen, en realidad, que ser resueltas a nivel de la comunidad.
De modo que creo que hay ahora un dilema muy serio para los políticos nacionales y para las comunidades. ¿Cómo le inyectamos energía al esfuerzo comunitario que tiene que salir adelante sin que parezca que el gobierno federal se apropia de él con exclusividad o lo toma a su cargo o impone un conjunto de reglas que no tienen sentido en esa comunidad? Ese es el dilema.
Temas de la
Democracia
Publicación Electrónica de USIS, Vol.
2, No. 2, mayo de 1997