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A medida que la democracia se va extendiendo por todo el mundo, "cada vez es m�� obvio que el futuro pol��ico de un pa��, su fuerza econ��ica, su vitalidad nacional y su misma identidad, se forjar�� gracias al establecimiento de un gobierno m�� transparente en asociaci�� con una sociedad civil vibrante", dice el administrador de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) Brian Atwood, quien examina esta asociaci�� en una adaptaci�� de un discurso pronunciado en octubre de 1997, en la Rep��lica Dominicana, ante un grupo de asociaciones sin fines de lucro. |
En aldeas y ciudades de todo el mundo, los ciudadanos est�� llegando a la conclusi�� de que la democracia es una necesidad, no un lujo. Est�� empezando a comprender que el buen gobierno no es una idea extra�� y que los llamamientos al patriotismo no son un sustituto de la participaci�� y la adquisici�� de poder pol��ico. Cada vez es m�� obvio que el futuro pol��ico de un pa��, su fuerza econ��ica, su vitalidad nacional y su misma identidad se forjar�� gracias al establecimiento de un gobierno m�� transparente en asociaci�� con una sociedad civil vibrante.
Yo no ceso de asombrarme por las radicales diferencias entre el mundo de hoy y el de la ��oca en que comenc?en el Instituto Democr��ico Nacional en los a��s ochenta. Entonces, hab�� un gran n��ero de pa��es en los que la democracia parec�� un sue�� imposible. El n��ero de generales y dictadores sobrepasaba con creces al de presidentes y primeros ministros elegidos por procedimientos democr��icos.
Pero 10 a��s despu��, hemos sido testigos de una transformaci�� asombrosa. El denodado esfuerzo y el compromiso de los ciudadanos de todos los continentes se han arraigado con fuerza. El adelanto realizado en estos 10 a��s supera a todo lo que podr��n haber esperado incluso los m�� optimistas. En muchas regiones, como Am��ica Latina y Europa Oriental, la democracia es ahora la norma, no la excepci��. Pero no nos podemos dormir en los laureles. Como dijo una vez el presidente Carter, "La experiencia de la democracia es como la experiencia de la vida misma, siempre cambiante, infinita en su variedad; a veces turbulenta, y tanto m�� valiosa por haber superado la prueba de la adversidad".
C��o mejorar la labor del gobierno
Creo que todos los que participamos en el establecimiento de la democracia podemos dar testimonio de casos de turbulencia eventual -- y a veces m�� que eventual. Pero en medio de la adversidad, siempre hallamos un firme v��culo entre la gente que trabaja en promover la democracia. Evidentemente, la funci�� de la sociedad civil en defensa de la reforma y la modernizaci�� de los sistemas pol��ico y econ��ico es fundamental. La prensa y los dirigentes pol��icos del mundo entero se refieren con frecuencia a la funci�� de la sociedad civil. A veces, la funci�� de las organizaciones comunitarias y no gubernamentales es objeto de elogio, otras, de cr��ica. Esto, probablemente, es una se��l de que estos grupos est�� desarrollando una labor positiva.
La funci�� que deben desempe��r las fuerzas ajenas al gobierno para fortalecer la democracia se debate no s��o en Am��ica Latina sino en todo el mundo, ya sea en una democracia establecida en Europa occidental o en una de nuevo cu�� en Hait? No hay m�� que mirar a las democracias anhelantes del continente africano y, sobre todo, de Europa Oriental y los Nuevos Estados Independientes de la antigua Uni�� Sovi��ica, donde cada d�� se renueva la lucha para forjar la identidad de la comunidad en relaci�� con la democracia; lograr la apertura de sistemas b��icos y definir la funci�� del individuo frente al Estado. El a�� pasado, por ejemplo, USAID colabor?con Eritrea, Sud��rica y Uganda en la redacci�� de nuevas constituciones. Estas constituciones se enriquecieron gracias a la gran difusi�� que se les dio y a la importante participaci�� de las organizaciones c��icas en su redacci��.
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El administrador de USAID Brian Atwood aborda cuestiones ambientales con dirigentes de organizaciones no gubernamentales en Egipto. |
Lo que es evidente es que los gobiernos y los actores no gubernamentales deben lograr un equilibrio justo, fruto del respeto mutuo. Los gobiernos tienen que respetar los derechos de los ciudadanos a organizarse y los ciudadanos deben dar a las instituciones la facultad de gobernar con eficacia. S��o aunando esfuerzos -- pese a las tensiones ocasionales -- se ver?cumplida la voluntad del pueblo. La sociedad civil puede desempe��r una funci�� decisiva en la defensa de causas p��licas y el an��isis de pol��icas, al movilizar a la poblaci�� en apoyo de la reforma, y vigilar para garantizar la debida rendici�� de cuentas.
Los grupos formados por ciudadanos deseosos de mejorar su sociedad pueden defender causas, educar y movilizar la atenci�� p��lica en torno a cuestiones de inter�� general y vigilar la conducta y el desempe�� de los funcionarios p��licos. Obviamente, est�� son actividades que no siempre ser�� del agrado de la prensa y las autoridades, pero eso hace que sean m�� importantes. En cualquier caso, los ciudadanos militantes deben recordar que de lo que se trata es de mejorar la labor del gobierno, no de denigrar las instituciones p��licas.
Elementos esenciales de la democracia
Una sociedad civil fuerte y activa promueve tres elementos esenciales de la democracia: la rendici�� de cuentas, la participaci�� y la continuidad del impulso hacia la reforma pol��ica. El concepto de buen gobierno, por su misma naturaleza, exige la rendici�� de cuentas por parte de las instituciones pol��icas y burocr��icas. Se necesita la presi�� firme y continua de la sociedad civil para triunfar en la lucha contra la corrupci�� en las instituciones p��licas. Sin esta presi��, es probable que la campa�� contra la corrupci�� quede reducida a poco m�� que una demagogia vana.
Un sociedad civil bien organizada otorga poderes de decisi�� a los pobres y les da m�� voz en el proceso pol��ico. Las organizaciones de la sociedad civil educan a los ciudadanos respecto a sus derechos y responsabilidades. Motivan a los ciudadanos a luchar por los derechos que les dan acceso a una vida mejor.
Cierto es que los mejores aliados de la reforma duradera del sistema pol��ico se encuentran con frecuencia fuera del gobierno. No obstante, es necesario que el gobierno y la sociedad civil trabajen juntos para lograr una reforma real. Nadie debe pensar que la sociedad civil puede sustituir a los partidos pol��icos o a un liderazgo pol��ico responsable. Al contrario. Esta no es una cuesti�� de sociedad civil en vez de partidos pol��icos, sino de sociedad civil como complemento necesario de los partidos pol��icos.
Tampoco ser�� acertado pensar que la sociedad civil es intr��secamente antigubernamental. Conocemos numerosos ejemplos de asociaciones entre el gobierno y el sector privado de las que se han beneficiado al mismo tiempo la pol��ica p��lica y las organizaciones c��icas. En Nepal, por ejemplo, una campa�� destinada a promover el alfabetismo entre las mujeres por medio de organizaciones no gubernamentales contribuy?a la emisi�� de un fallo del tribunal supremo para eliminar las leyes discriminatorias sobre herencias. En Namibia, un di��ogo abierto entre las organizaciones no gubernamentales y la legislatura dio lugar a un fortalecimiento de la funci�� de las organizaciones no gubernamentales como defensoras de causas p��licas y a una mayor transparencia en la adopci�� de decisiones por la legislatura.
La b��queda de soluciones a nivel local
Pecar�� de negligencia si limitara este examen de la sociedad civil a los grupos e instituciones que act��n en el plano nacional. La democracia tiene que permitir a la mayor�� dejar o�� su voz. Esta mayor��, radicada en las barriadas pobres de las grandes ciudades y dispersa por todo el mundo, tiene ideas diferentes de las de los profesionales y acad��icos de la clase media.
Los problemas cotidianos que supone para ellos la simple supervivencia es lo que les interesa. Las palabras "sociedad civil" no significan nada. Preguntar a un hombre o a una mujer que tiene hambre qu?piensa de la sociedad civil es negarse a reconocer el hecho de que lo que les interesa son sus necesidades m�� perentorias. Los principios de la teor�� democr��ica se deben traducir en lenguaje de uso corriente y debemos poder mostrar una correspondencia clara y definida entre la democracia y la mejora del nivel de vida de la poblaci��.
A la mayor�� de los ciudadanos de, pr��ticamente, cada pa�� les preocupan problemas locales. Quieren participar, pero participar en la b��queda de soluciones a los problemas inmediatos que afectan a sus comunidades -- la necesidad de disponer de buenas escuelas y dispensarios, la necesidad de contar con mejores calles y medios de transporte, proyectos que lleven el agua y la electricidad a su hogar, programas que les faciliten el transporte de sus mercanc��s al mercado. La gente quiere participar en la gesti�� de las cuestiones que les interesan. Esto s��o se puede lograr si participan en las decisiones en el plano local.
La participaci�� ciudadana
El problema que plantean las nuevas democracias es la descentralizaci�� del poder pol��ico. No mediante la sustituci�� de un "hombre fuerte" por centenares de "hombres fuertes" locales, sino mediante la participaci�� ciudadana en todos y cada uno de los municipios del pa��. Muchas organizaciones de la sociedad civil de todo el mundo se han concentrado en la prestaci�� de apoyo financiero a actividades que fomentan esta lucha a favor de la participaci�� ciudadana en los planos regional y local. Yo creo que la siembra de estas semillas de la democracia no tardar?en dar fruto.
Dos grandes ideas est�� configurando el mundo posterior a la Guerra Fr��: democracia y mercados abiertos. En foros internacionales y regionales vemos temarios dominados por cuestiones de buen gobierno y mejora de las relaciones entre vecinos que sol��n estar en discordia.
Son, precisamente, las caracter��ticas que a veces hacen a la democracia alborotadora e irritante las que tambi�� le dan tanta vitalidad y flexibilidad. Al airear p��licamente nuestras diferencias, casi siempre llegamos a decisiones que nos benefician a todos. Al ser inclusivos y ver a los adversarios pol��icos como competidores -- no como enemigos -- los ciudadanos pueden salvaguardar sus democracias.
Temas de la
Democracia
Publicación Electrónica de USIS, Vol.
3 No. 1, enero de 1998